Propósito y sentido en el trabajo: La ciencia de la felicidad

04.07.2022
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Actualmente, existe un gran consenso en términos de los beneficios de la felicidad en diversos ámbitos de la vida.

Tal como lo demuestran investigaciones recientes, la felicidad estaría asociada a una mejor calidad de vida tanto a nivel individual, dado a una mejor salud, más años de vida, menos estrés y mayores tasas de aprendizaje; a nivel social, ya que entrega más confianza, más y mejores relaciones interpersonales y menos individualismo; y a nivel de país, gracias a una mayor protección del medio ambiente, menos violencia y mayor cohesión. 

Pero, además, los beneficios de la felicidad se extienden también a las organizaciones. Trabajadores más felices son más creativos y cooperativos. Sienten una mayor satisfacción laboral, se involucran más, tienen niveles de compromiso más altos y poseen menores tasas de estrés y ausentismo. Quienes están felices son significativamente más productivos, la satisfacción de sus clientes es más alta y, con ello, sus compañías se vuelven más rentables. Por lo tanto, la felicidad genera beneficios tanto para los trabajadores y trabajadoras, como para las empresas. 

Uno de los grandes desafíos de nuestros tiempos es implementar herramientas para la gestión de la felicidad en las organizaciones. Afortunadamente, más de 50 años de evidencia científica nos pueden iluminar para gestionar la felicidad tanto en la vida como en el trabajo. Al estudiar las herramientas más poderosas para aumentar la sensación de felicidad al interior de una institución, se ha encontrado que el propósito y el sentido del trabajo juegan un rol preponderante. Encontrar propósito y sentido es clave para desarrollar organizaciones eficientes, efectivas y sustentables. 

Propósito y sentido

Pero, ¿qué es el propósito? Desde la definición más sencilla, el propósito simplemente es tener un sentido de dirección, aspiraciones, metas y objetivos. Cualesquiera que estos sean. No deben ser necesariamente objetivos de trascendencia, aunque cuando esos simples objetivos se vuelcan a construir un mundo mejor, el propósito cambia de nombre y evoluciona a lo que suele llamarse sentido de vida.

Dentro de la ciencia de la felicidad existen diferentes modelos para explicar en qué consiste realmente el propósito en la vida de las personas. Algunos se centran en aspectos hedónicos —la búsqueda del placer y la ausencia del dolor— y otros en aspectos eudaimónicos —encontrar una vida llena de virtud, construir vínculos sólidos y aprender a aceptarnos—. Carol Ryff, psicóloga y académica norteamericana, desarrolló junto a un equipo de especialistas (1989, 2013) uno de los modelos eudaimónicos más reconocidos. En este modelo, el propósito y el sentido tienen un rol protagónico. 

¿Es importante el propósito?

En sus primeros estudios, Ryff y sus colegas separaron a aquellas personas que poseían un alto propósito de aquellas que poseían uno bajo. Los resultados han marcado la investigación hasta el día de hoy. Primero, quienes poseen un alto propósito tienen, en promedio, objetivos en la vida y un sentido de dirección. Sienten que hay un sentido en su vida presente y en su pasado y tienen metas por las cuales vivir. Sin embargo, a aquellos con escaso o nulo propósito, les falta una sensación de sentido, tienen pocos objetivos y aspiraciones. Ademas de falta de sentido de dirección, no le ven utilidad a su pasado y no tienen una actitud o creencias que le den sentido a la vida. Es evidente que, en general, los primeros van en el camino del bienestar y el florecimiento, mientras que los segundos, van en el camino del malestar y el estancamiento. 

Los impactos en la calidad de vida de vivir con propósito son casi indiscutibles. Eso sí, es fundamental destacar que, en este tipo de estudios en ciencias sociales, los resultados son resultados promedio. ¿Por qué? Porque no son condiciones 100% determinísticas. Lo más probable es que exista una asociación positiva entre alto propósito y calidad de vida. Sin embargo, no toda persona con bajo propósito está condenada a la infelicidad y el languidecimiento. Pueden existir personas que salen de la muestra, o bien, que pueden compensar la falta de propósito con otras dimensiones de la felicidad humana como buenas relaciones, altruismo, compasión, actividad física, etc…

Propósito y sentido en el trabajo

Propósito y sentido en el trabajo siguen las mismas argumentaciones anteriores con la salvedad de que están enmarcados en un contexto laboral. Los empleados y empleadas que le ven propósito y sentido a su trabajo, no solo son empleados más felices y con mejor calidad de vida en diferentes ámbitos de su existencia. Son trabajadores más productivos en el amplio sentido de la palabra. Por ejemplo, poseen mayores niveles de creatividad, compromiso y esfuerzo; son más prosociales y altruistas con sus compañeros y la organización; su salud mental y física es mejor y; poseen menores intenciones de renuncia e inseguridad laboral. Por ende, las empresas que cuentan con trabajadores/as con más propósito son, en general, mejores empresas.

¿Cómo logramos encontrar propósito y sentido en la organización?

Para responder lo anterior, quiero dar el ejemplo de Viktor Frankl. Frankl fue un psiquiatra alemán judío que estuvo preso en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Fue testigo de las peores atrocidades que pudiésemos imaginar, pero sobrevivió, y de buena manera. Cuando le preguntaban qué marcó la diferencia y le dio la capacidad de sobrellevar el sufrimiento, él contestaba en forma muy sencilla, algo que es tremendamente complejo: “Encontrarle propósito y sentido a la vida”. Y, según Frankl nuestra capacidad de decidir es lo que nos permite encontrar ambos incluso en las situaciones mas adversas. Porque en la capacidad de decidir podemos reconocer que somos auto-determinados.

Según la tesis de Frankl, podrán quitarnos todo, pero lo que nunca podrán quitarnos es la capacidad de tomar incluso la última elección de nuestras vidas. 

Esa capacidad de decidir es simplemente lograr reconocer que somos autónomos. La palabra autonomía, al menos como constructo psicológico, era desconocida en los años 40. Solo en los años 80, los psicólogos e investigadores de la Universidad de Rochester Edward Deci y Richard Ryan la integraron a su famosa Teoría de la Auto-determinación. En este contexto, autonomía implica, por ejemplo, que nuestras acciones son coherentes con nuestros valores más profundos y que somos iniciadores de esas esas acciones. La genialidad de Viktor Frankl se había adelantado casi 40 años a la ciencia: al reconocer cómo la autonomía es clave para encontrarle el propósito y el sentido a nuestras vidas.

Pero luego de convencernos de que somos seres autónomos, viene otra pregunta. ¿Qué hacemos con la autonomía? ¿Qué hacemos con esa capacidad de decidir? 

El mismo Frankl reconocía que, mientras algunos prisioneros usaban la autonomía para traficar cigarrillos o delatar a otros/as, él y su equipo la utilizaron siendo altruistas y bondadosos. Despiojaban prisioneros incluso en sus lechos de muerte, compartían la comida y daban frases de esperanza. Esos comportamientos llevaban a un sentimiento de bondad que energizaba más aún su propósito de vida y con la vida. Esta fue otra genialidad de Frankl. La bondad solo recientemente se ha estado discutiendo como una necesidad básica gracias a los trabajos de Richard Ryan y el filósofo Frank Martela. La bondad se produce cuando sentimos que generamos un impacto positivo en el mundo. He aquí la otra gran conclusión: la bondad como segundo energizador del propósito y sentido de la vida. Nuevamente Víktor Frankl se adelantó a la ciencia, pero ahora casi más de 70 años.

Y estas componentes que conforman el propósito y el sentido, se replican al interior de las organizaciones y empresas. Junto a un grupo de colegas nacionales e internacionales testeamos las intuiciones de Viktor Frankl. Estudiamos diversos predictores de lo que constituye un trabajo significativo para las personas en una amplia muestra chilena. Dentro de todos los predictores, los dos que más sobresalieron fueron nuevamente la autonomía y la bondad. 

La conclusión es clara. Si las empresas quieren lograr que sus trabajadores encuentren propósito y sentido, deben ser capaces de entregarles la suficiente autonomía y permitirles ser un aporte a la sociedad. Solo así sus empleados sentirán bondad, esa emoción que obtenemos cuando percibimos que estamos construyendo un mundo mejor.

En uno famoso reportaje de la televisión alemana, Frankl utilizó una ecuación matemática para describir lo anterior:

Desesperanza = Sufrimiento – Propósito/sentido
(D = S – M)

Palabras sobran para tan notable expresión de la psiquis humana.

Escrito por

Wenceslao Unanue es Ingeniero Comercial, Magíster en Economía y Psicólogo, Máster en Psicología Social Aplicada y Doctor en Psicología Económica en la Universidad de Sussex. A lo largo de su carrera se ha dedicado a investigar temas vinculados a políticas públicas en felicidad, bienestar y desarrollo.

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