En marzo, Gabriel Boric se puso la banda presidencial de la República de Chile, elaborada esta vez por 16 mujeres del Sindicato Revolucionario Textil. Pero no es la primera vez que el magallánico luce una banda como parte de su atuendo: en distintas ocasiones ha aparecido públicamente usando prendas de sus bandas de música favoritas.
¿Cuánto revela de nuestro carácter la música que nos apasiona? ¿Es aventurado especular cómo enfrentará Boric decisiones complejas a partir de la música de su vida?
Quizá lo primero que corresponda es delinear su gusto musical. Sería impreciso, casi mezquino, describirlo como rockero. Okey, vestido con gorro de Nine Inch Nails, camisa de franela arremangada y brazos tatuados se podría configurar esa impresión, pero lo cierto es que en su colección pueden convivir en armonía el rock y metal de moral noventera -Tool, Pantera, Deftones- con la nueva canción chilena, la trova cubana o Miles Davis. Sus gustos (así, en plural) parecen rehuir de lo monolítico y revelan acaso el rasgo más distintivo de su personalidad: la curiosidad intelectual.
La tarde del cambio de mando, en medio de la primera bilateral trasandina de su mandato, el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, le regaló en vinilo la obra cumbre del rock argentino: Artaud, de Pescado Rabioso. “Compartimos el fanatismo por el Flaco Spinetta”, dijo Fernández. El vinilo, edición de 1975 y sacado directamente de su colección personal, traía una carta escrita a partir de letras seleccionadas del propio disco.
Suena esperanzador, es cierto, aunque sabemos que el tiempo en política no espera y puede ser implacable.
Si fuera por afinidad musical, las relaciones con Argentina del próximo cuatrienio pintan auspiciosas: el Indio Solari es otro referente musical importante para Boric. Su disco Oktubre (1986) con los Redonditos de Ricota -que califica, por cierto, como clásico entre clásicos del rock argentino- abre con “Fuegos de Octubre” y sigue con “Preso en mi ciudad”. Cualquier paralelo con la realidad chilena post 18 de octubre de 2019 es mera coincidencia, pero qué duda cabe que una de las tensiones más complejas que tendrá que administrar su gobierno será la violencia urbana, la situación de los llamados presos de la revuelta y la reforma a las policías.
Y es que presumiblemente nos seguirá empujando en sordina cierta pulsión anarquista, tan emparentada con el punk. Baste recordar al Presidente cantando “El Cóndor” de los emblemáticos Fiskales Ad-Hok, escena usada hasta el hartazgo en redes sociales por sus detractores:
Aunque su estilo informal para vestir se fue atenuando a medida que se acercaba a la primera magistratura, con la corbata no va a transar. A menos, claro, que se ponga la que le regaló la mítica cantante y activista estadounidense Joan Báez. La anécdota es más o menos así: coincidieron en un evento social y mientras bailaban, ella se habría enterado del episodio en que Boric fue enviado al Comité de Ética de la Cámara por no usar corbata. Unos meses después, él recibió de su parte una corbata confeccionada por aborígenes australianos. Pero, corbatas aparte, un nudo que deberá abordar rápidamente el gobierno entrante es el de los pueblos originarios del sur de Chile. El pacifismo sin tregua de Báez, férrea opositora a la Guerra de Vietnam, podría entregar luces para una situación donde la violencia -guardando las evidentes diferencias- se ha tomado la agenda.
Se suele decir que la línea que separa la genialidad de la locura es delgada, difusa, frágil. En la música los ejemplos sobran, a veces engañosamente como impostura o pose, pero muchas otras como una cara sin máscara, dolorosamente real y cierta. El grunge, referente musical ancla para Boric, es quizá el ejemplo más crudo de lo anterior. De las seis bandas más importantes del movimiento de Seattle (Mother Love Bone, Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y Stone Temple Pilots), cinco perdieron a sus frontman de manera prematura y trágica. Solo Eddie Vedder ha logrado sortear lo que ya tiene ribetes de maldición. Una de las promesas más distintivas del programa de Boric es el énfasis especial que le entrega a la salud mental. Este compromiso se entiende, en parte, tras el reconocimiento público que ha hecho de su Trastorno Obsesivo Compulsivo.
¿Churrasco italiano con queso? ¿O Barros Luco con agregado palta-tomate-extra mayo? No importa cómo lo haya pedido, pero el hecho es que una escena cotidiana para cualquier ciudadano de a pie como ir a comprar un sánguche a la esquina para encarar el bajón, se transformó en trending topic en Chile, precisamente porque no era cualquier ciudadano de a pie quien llegaba a comprar a La Terraza en Vicuña Mackenna, sino el propio Presidente electo con su escolta. En su atuendo, que en un arranque de frivolidad podríamos reprochar por combinar shorts con botas (otros podrán reprochar la mezcla queso derretido-mayonesa, pero dejemos eso a los críticos gastronómicos), destacaba una polera de la banda Plumas, de los hermanos Abel y Camilo Zicavo, fundadores también de La Moral Distraída. El giro político es que Abel es actualmente pareja de la Ministra Secretaria General de Gobierno, Camila Vallejo, cuya trayectoria política está trenzada indisolublemente con la de Boric desde los tiempos de la movilización estudiantil de 2011. Esa trenza será clave en la articulación político-comunicacional de su mandato. Esperemos que no vuelen plumas.