Uno de los temas que más preocupación genera respecto al conflicto en Ucrania es la posibilidad de que Moscú utilice un arma nuclear. Y es que, cada cierto tiempo, Vladimir Putin recuerda que la posibilidad de un ataque atómico está sobre la mesa. Sin embargo, no es el único líder mundial con este discurso.
Durante los últimos años, Kim Jong Un ha insistido en su derecho a utilizar este tipo de armamento para defender la existencia de su régimen. Con un creciente y sofisticado arsenal, el tema ha sido una obsesión para su familia, quien controla Corea del Norte desde su creación en 1948.
La derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial implicó que la península de Corea, lugar que dominaba como espacio colonial desde principios del siglo XX, fuese dividida en dos por las superpotencias vencedoras. Reflejando la nueva lógica geopolítica planetaria, la parte norte quedó bajo control soviético, mientras que el sector sur se constituyó como un espacio de influencia del bloque occidental. Por esta razón, Moscú impuso en su zona de control a Kim Il Sung, quién en 1950 obtuvo el permiso de Stalin para invadir a la otra Corea con el fin de reunificarla bajo su mando. Después de tres años de guerra y millones de muertes, la frontera se mantuvo inalterada, fracasando rotundamente en su intento.
Preocupado por el acelerado crecimiento de Corea del Sur, y buscando mantener una independencia de China y la URSS, principales potencias comunistas, se propuso construir un arma nuclear como forma de asegurar la existencia de su propio poder totalitario.
La desaparición de la Unión Soviética provocó un duro golpe al régimen, al terminarse una fuente fundamental de financiamiento y armas que aseguraba la estabilidad del sistema. En medio de una creciente paranoia sobre la posibilidad de occidente de invadir con el objetivo de derrocar una de las dictaduras más brutales de todo el planeta, Pyonyang decidió iniciar clandestinamente la construcción de un arma nuclear. Cuando la Casa Blanca se dio cuenta del plan, se desató un periodo de gran tensión que culminó en un acuerdo que señalaba que el país podría utilizar poder nuclear, pero exclusivamente para fines pacíficos.
Si bien el país prometió cumplir las partes del trato, de igual forma mantuvo secretamente sus investigaciones para lograr la ansiada arma. La presión para cumplir aquel objetivo aumentó considerablemente como efecto de los atentados del 11 de septiembre.
A principios de 2002, el presidente George Bush acusó ante el congreso de Estados Unidos que Iraq, Irán y Corea del Norte eran partes de un “eje del mal”, resultando una gran amenaza para la existencia del país. Si bien ninguno de estos países tuvo vínculo alguno con Al Qaeda, Washington invadió Iraq, país que hace algunos años se había desecho de sus armas de destrucción masiva (que no eran estrictamente nucleares, aunque sí con un gran poder destructivo) luego de negociaciones con occidente. Ante la expectativa que serían el siguiente objetivo de Washington, el régimen concluyó que la única forma de evitar terminar como Saddam Hussein, sería con la bomba.
Logrando exitosamente detonar su primera arma nuclear en 2006, Corea del Norte ha construido un peligroso arsenal que amenaza la estabilidad asiática y global. Lo anterior ha sido una de las principales obsesiones de Kim Jong Un, quien asumió el poder en 2011 luego de la muerte de su padre. Aparte de contar con aproximadamente 60 bombas, el país ha mejorado notoriamente su tecnología de misiles que ya les permite alcanzar territorio continental estadounidense. Si bien Pyongyang frecuentemente realiza pruebas de armamento, la de las ultimas semanas han sido mucho más provocadoras, ya que por primera vez misiles han caído dentro de aguas territoriales de Corea del Sur y también sobrevolado Japón. Con la atención del mundo distraída entre Rusia y China, preocupa la creciente osadía de Kim, que podría ser fuente de una crisis en una estratégica zona global.