“Ahí donde otros exponen su obra yo solo pretendo mostrar mi espíritu”. Antonin Artaud
Quisiera decir que a este texto le quiero dar el máximo amor y cariño posible para que signifique en mí un espacio de contención, aprendizaje y transformación. Que signifique un lugar creativo, de escucha, y no un espacio de lucha interna, desilusión y autocastigo. No soy escritora. Pero escribo con el cuerpo en el espacio, porque soy bailarina. Bailar es mi forma de pensar; soy un ser sensible que está dispuesta a observar el mundo desde una corporalidad presente y a tener un par de reflexiones en relación a nuestra sutil experiencia humana.
En este momento, estoy integrando todas las partes de mi cuerpo para ejecutar este acto de escritura. Estoy sentada frente al computador, algo que me incomoda. De alguna manera, estoy buscando las condiciones óptimas para que por medio de mi cuerpo puedan transitar las ideas y finalmente lleguen a plasmarse en un espacio material fuera de él, como lo es el papel o el computador. El gesto de la escritura, del pensamiento, la acción, el arte, el baile, el goce, finalmente está sujeto a la idea de que contamos con un cuerpo; y se nos concede como humanos la posibilidad de experimentar la vida gracias al hecho de que contamos con una corporalidad.
Es el cuerpo lo que nos envuelve y lo que alberga nuestros pensamientos, nuestra mente, las emociones, nuestra sensibilidad, la posibilidad de percibir el mundo interior y exterior. Nuestra empatía, nuestro goce y nuestra sexualidad. Entonces la invitación es a poner la atención a que este texto podrá ser leído desde otra perspectiva, tal vez desde la perspectiva corporal: somos órganos, somos piel, somos fluidos, somos mente, somos emociones. Mas allá de todas nuestras estructuras mentales, más allá de todas nuestras construcciones ideológicas, somos un material orgánico que tiene el derecho de transformarse, tiene el derecho de optar, tiene el derecho de transitar por distintos lugares, tiene el derecho de ser escuchado, tiene el derecho de vivir y tiene el derecho de morir.
Por primera vez voy a intentar fluir como lo hago mientras bailo. Esta vez con las palabras en el pensamiento, en las articulaciones de ideas y el hecho de construir una idea de principio a fin. Será un ensayo distinto, un ensayo del cuerpo pasivo perceptivo, para que el movimiento mental pueda encauzarse en un lenguaje verbal escrito.
Quiero trabajar con el concepto de cuerpo en relación a la danza, según lo que propone Silvia Federici (2017): “De la danza aprendemos que la materia no es estúpida, no es ciega, no es mecánica, sino que tiene ritmos, tiene lenguaje y es auto-activada y auto-organizante. Nuestros cuerpos tienen razones que necesitamos aprender, redescubrir, reinventar. Necesitamos escuchar su lenguaje como sendero a nuestra salud y sanación, así como necesitamos escuchar el lenguaje y los ritmos del mundo natural como sendero a la salud y sanación de la tierra”.
Mi intención no solo es hablar de él por su material orgánico o móvil, desde lo sensible, sino porque también el cuerpo es un arma de doble filo. Si hacemos una retrospectiva de nuestras corporalidades singulares y colectivas, y las barbaridades que se han cometido a lo largo de la historia con ello, si percibimos que nos adoctrinaron corporalmente y afectivamente para poder introducir ciertos asuntos racionales e ideológicos, podríamos pensar que necesitamos la revolución corporal, la revolución expresiva y la revolución de la experiencia. Necesitamos reconquistar nuestras identidades corporales para poder recuperar nuestra fuerza. Necesitamos dejar morir algo para que aparezca o para despertar la memoria de nuevas ideas, nuevos cuerpos, nuevos gestos que -tal vez, más que nuevos-, son memoria inscrita en el cuerpo.
Entonces comenzaré a presentar mi obra performática, la que de alguna manera quedó en el olvido o tal vez logró su objetivo silencioso y pasivo, casi incorpóreo. Inhumar fue o es una performance que se creó dentro del marco de una exposición de artes visuales, bajo el nombre de “Cómo avanzar en un sitio peligroso”. Esta performance instalativa sería el acto de apertura de esta exhibición, y se llevaría a cabo en un edificio Art Decó que tenía por destino su demolición. Este edificio queda en la calle Teatinos 750 en Santiago de Chile y la fecha de apertura de esta exposición fue programada para el sábado 19 de octubre de 2019.
El imaginario de esta pieza nace de la experiencia de la visita, de ir a conocer y recorrer el lugar. Del encuentro con la arquitectura, el espacio abandonado, el polvo, los desechos: urinarios, lavamanos y otros elementos que eran huella de los vestigios de un lugar que tuvo un objetivo y que ahora tenía como destino la desintegración y el derrumbe. Al visitar este espacio, sentí frío. El eco se corporalizaba. Era un espacio difícil de habitar, porque tenía cierta carga de muchos años. Había cuatro columnas en el espacio que se posicionaban de manera geométrica en el lugar y en un costado había una ruma de gravilla, esa piedra pequeña que se utiliza para la construcción. Ese montículo o ese volumen me molestaba, interrumpía con la simetría de las columnas y eso no dejaba de perturbarme. Entonces, pensé en que algo tenía que hacer con eso para eliminarlo o usarlo a mi favor.
Por esa época venía observando a mi alrededor, porque de alguna manera si algo me ha dejado la práctica de la danza es que, primero que todo, el movimiento se observa. Para lograr entenderlo o replicarlo es vital la observación. Entonces, el gesto de observar el mundo, cómo se mueve, cómo habitan las personas es algo que está incrustado en mí. En estos juegos de observación, tenía la sensación de que mi entorno estaba deprimido, que los cuerpos estaban desanimados. El Metro se sentía pesado, había amargura, raramente se veía una sonrisa. Para qué decir la abducción con lo tecnológico, que Hito Steyerl (2014) denomina screen distraction: Cualquier momento de vacío o silencio aparece el celular como una muletilla adictiva para apaciguar la ansiedad. (Tal vez el celular sea el aparato de vacío). Todo eso me llevó a la reflexión de que el cuerpo humano, así como lo entendíamos, estaba en una decadencia y en una extinción. Algo estaba gritando despierta. Recuerdo haber escrito en un cuaderno reiteradas veces: “crisis humana”.
Con estas temáticas dando vueltas en mi cabeza, al llegar a Teatinos, se me vino a la mente una primera idea: la involución. Con esta idea quería retratar, por medio de acciones performáticas, los distintos hitos históricos que nos han llevado a la supuesta evolución. En esta línea de tiempo marcaría hitos importantes como la aparición del fuego, la rueda, el petróleo, la industria, las tecnologías, la desaparición del cuerpo humano y la aparición del cuerpo tecnológico. Así, la idea se fue complejizando, ya que necesitaba de otras corporalidades. Se encarecía, no había tiempo. Entonces decidí quedarme con una de las imágenes que tenía en mente: la desaparición del cuerpo físico humano. La sepultación del humano, como lo conocemos hoy en día, le daría uso a esa gravilla, por lo que decidí sepultarme como símbolo de la agonía de una especie, de la agonía de un sistema. De la agonía del sentido humano, de la agonía de mí misma. Con esto, Inhumar fue el rescate de una de estas estaciones, donde efectivamente por medio de la sepultación buscaba hacer desaparecer el cuerpo y mostrar su desaparición entre materiales. Tal vez como reflexión de estas sensaciones sociales e individuales de un posible cambio y de un momento social.
Una vez decidida la acción, quise ver cómo era la logística para enterrar un cuerpo. Un autofuneral simbólico. Entonces, removí las piedras de un lado hacia el centro, diseñé una cama para hacer más cómoda mi estadía en la quietud, diseñé un especie de burka que me taparía del polvo que se desprendiera de las piedras. Esta imagen la quería acompañar del canto solista del réquiem de Mozart, pieza musical que hace tiempo estaba dando vuelta en mi cabeza. Finalmente, esto no ocurrió para el registro por alcances de horarios con la artista vocal.
El día anterior a la apertura, el 18 de octubre del 2019, decidí hacer un registro para ver cómo eran las condiciones y cuánto era el tiempo que podría estar sepultada. Estaban ahí mis sepultureros; el sociólogo Nicolás Villavicencio y el cineasta y colaborador de años, Bruno Torres. Y nos aventuramos a grabar la acción. Yo estaba en calma, pero cada palazo me agitaba más el corazón. Poco a poco, fui sumergiéndome en la ruma de gravilla. El peso de las piedras me inmovilizó por completo.
La angustia de no poder moverme revolucionó a mi cerebro, que trataba de convencerse que todo estaba bien. El peso sobre mí era mayor. El frío de las piedras y la incomodidad de algunas de ellas en mi cuerpo fueron factores que me hicieron ver lo compleja que era la acción. Pero ya estaba en la acción.
Los ruidos externos me distraían, también lo hacían las banalidades de ciertos diálogos que escuchaba de algunos que transitaban por el espacio. Sin poder, escuchaba. Estaba en algo serio y nadie lo veía. Logré quedarme 20 minutos en ese mismo estado. Quieta, tratando de dominar mi mente para que no me traicionara. Me percaté de que mi única salvación para pasar por este momento sin perder el control, era conectarme con lo que llamo el primer movimiento: la respiración. Al igual que los sufíes, conecté con el aire. Se me hacía difícil respirar, ya que el peso de las piedras me pedía mayor fuerza y a la vez entraba menos oxígeno. Pero gracias a ese acto, logré el objetivo de registrar y vivir la experiencia. Mi idea era que después de la acción, para la apertura, dejaría el registro para que los que no lograran ver la performance en vivo, se hicieran una idea de lo ocurrido.
Cuando me desenterraron, sentí un alivio y una gratificación por haber pasado la prueba. Pero a la vez, tenía miedo. Nada era igual. Las performance siempre tiene sus riesgos; pensé cómo me afectaría el público y el ruido, y especifiqué que para la inauguración la participación del espectador debía ser en silencio.
Una vez terminada la acción de registrar, comenzó una sensación de extrañeza. Algo pasaba en el ambiente que no se lograba dilucidar con claridad. “No hay metro”, escuché. Caminé hasta Miraflores, donde estaba mi casa en esa época. La revuelta tomaba su curso; las calles efervescentes, los cuerpos exaltados, revolucionados, expresivos, en expansión, los fuegos flameantes, el traspaso de los límites, el derrumbe de la institución, el enfrentamiento. Todo cambió.
No se hizo la inauguración y nunca más quise mostrar esta obra. Meses después, se decidió volver a abrir la exposición. No mostré mi trabajo porque no quería insistir en una imagen. Siento que en el arte -sobre todo en la performance, ya que está el gesto el cuerpo-, se materializan las ideas. Y los pensamientos se encarnan como hechos reales. De alguna manera, me sentí como una pitonisa que había construido una imagen que posteriormente tomó forma. El quiebre del sistema, la apertura a nuevas posibilidades, la muerte, la falta de credibilidad de las instituciones, el derrumbe, la evidencia de la agonía humana, la evidencia de la propia agonía. Pensé también en la sepultación del padre, de lo masculino, de las estructuras rígidas e impuestas.
Hace unos años, en 2008, a mi regreso de vivir en Buenos Aires no tenía trabajo ni dinero. Decidí volver donde mi abuela, quien me recibió con cariño y amor. Ella siempre se destacó por ser elegante y una amante de la moda. Un día me preparaba para salir y cuando me fui a despedir de ella, me dijo: “estás bien linda, tengo un pañuelo que podría verse bien con tu tenida, está en el segundo cajón”. Abrí el cajón y al hacerlo vi unas cartas. Aunque poco sé de él, reconocí la letra de mi padre. Ese día no pude ver qué decían, pero unos días más tarde, cuando mi abuela no estaba, me metí a buscar qué hacía la letra de mi papá en los cajones de mi abuela materna. Abrí una carta que tenía fecha de 1990, unos meses después de que llegáramos a Chile con mi madre y mis hermanos.
“Queridos niños, espero que no les hagan pensar que los abandoné, estas cartas demuestran que estoy acá, buscándolos…” y le dedica unas palabras a mis hermanos. A mí me escribe: “Querida Alexandra, ¿te acuerdas cuando practicábamos el abc? ¿Crees que puedas escribirle a tu padre una pequeña carta?”. Este hallazgo generó en mis hermanos una suerte de alegría y odio. Nuestra familia materna nada nos había dicho del intento de contacto de mi padre. En fin, la vida es así. Yo nunca recuperé la relación con él y quedé para siempre con el abc fracturado.
Después de muchos años, recordé esta carta. Me hace mucho sentido que el sentimiento de asfixia y de imposibilidad de comunicación, mis problemas de dislexia, comprensión de lectura y dificultad para escribir, tuvieran un componente emocional. Tal vez por eso no me quedó otra que expresarme con el cuerpo, que la rabia que vivía en mí se expulsara por medio de mis movimientos y gestos. Algo que a todas luces fue un acierto, porque es el lugar donde más libre me siento.
Recuerdo que en el colegio me costaba pronunciar la palabra papá. Se me apretaba la garganta y me daban ganas de llorar. Aun hay un poco de miedo de decir ciertas cosas, pero si de algo sirve este gesto, esta escritura, es de hacer magia. Una especie de conjuro para que desde hoy en adelante el decir se me haga mas fluido. Dejar salir el aire que no me deja respirar, dejar salir las palabras que son mías, pero a la vez son de todos, dejar salir el aire que me permita pronunciar todas las palabras que mi cuerpo quiera verbalizar.
Hoy tengo la oportunidad de remediar algo en mí, de aproximarme a la libertad del pensamiento y de la escritura, sin temor o sin recelo. No me importa darle en el clavo o hacerlo “bien”. Quiero que sea verdadero, como son las experiencias de vida. Y, en mi caso, lo que intento hacer con el arte.
Cavar
Cada vez mas profundo
Cavar donde la cosas aun no terminan
Cavar, sepultar, encontrar, justamente en mí lo que está escondido en el fondo
Hay un peso que me comienza a incomodar
Un peso de las piernas
Hay unas piedras que comienzan a volverse molestas
Sin embargo, me mantengo quieta, inmóvil, tratando de respirar
Cavar profundamente en eso que de alguna manera me estorba,
ya no soporto más.
Ya no soporto más los dolores, ya no soporto más este contexto, no me gusta esta ciudad ni su ideología, no soporto a veces quien soy, por eso quiero sepultarme, hundirme, esconderme, radicalizarme.
No soporto ser quien soy y aquí en la quietud es cuando más lo noto…
Lucho con la quietud, será posible eso
De repente no siento las piernas
Se siente bien pesado ese peso de las piedras sobre mí
Tengo un poco de miedo
Qué es lo que he hecho
¿Qué hice, por qué estoy aquí?
A veces quiero escapar y ahora me puse una trampa, una trampa donde no puedo escapar
No puedo salir de mí, no puedo salir de aquí
Solo estoy yo
Mi silencio, mi cuerpo agitado, estresado, tratando de mantener la calma.
Que se caigan y desmoronen las estructuras estúpidas que habitan en mí,
esas ideas locas que no me permiten ser libre.
Seré yo o es la sociedad lo que me tiene infectada, contaminada con todas estas ideas
Cuándo seremos libres
Cuándo podremos respirar con tranquilidad
Hay esas piedras me empiezan a pesar en el pecho
Ay, siii
Verdaderamente esto ha sido una locura
Hahhh cuándo va terminar esto, cuánto falta para que acabe esto
Si es mi cuerpo, mi cuerpo es el que me da la existencia y yo estoy tratando de sepultarlo
Podré perdonarme
Podré superarme
Podré estar bieeeen tranquila con este frío que me dan las piedras, eso era algo que no había presupuestado, el frío de las piedras, aaaaah si no muero por ahogamiento moriré de frío. Ay, apúrate a sepultarme y luego tápame
Por favor silenciarme cuanto antes
Ese polvillo que levanta es contaminante para mi respiración y ya la tengo difícil
En qué estaré pensando para hacer esto
En qué estaré pensando para hacer esto
Calma, tranquilízate, respira, respira
Tranquila
Piensa que te estás renovando, si, ese frío, esas piedras te están dando un baño de memoria, piénsalo
Tranquila, no dejes que tu mente te torture
Me duele un poco el pecho, se hace mas difícil respirar, hay un pecho adicional, mas allá del peso de la vida.
Qué quiero decir
Qué quiero enterrar
Enterrar las rabias, la injusticia, la incertidumbre, la infelicidad que nos rodea
Derrumbar las creencias, las estructuras, el patriarcado, la falsedad
Ser deshonesto
Mantén la calma
Mantenla
Ya me dieron ganas de llorar
No sé si aguantaré mas
Ya no sé si voy a aguantar mas
Por qué hago esto
Por qué me torturo
Por qué me pongo en lugares, tengo que luchar contra la incomodidad
Calma
Tranquila
Calma
Tranquila
Siente el peso de esta respiración
Oooooooooooooh
Es un esfuerzo respirar, si es un esfuerzo, ahora bien, quiero volver a respirar con mucha tranquilidad, con mucha calma
Quiero salir de aquí
Ooooh
Me di cuenta de que no me puedo mover
Hace rato que no me puedo mover y no hay posibilidad de salir de aquí
Que inquietante
Que inquietante no tener fuerza para salir
Me entrego o peleo
Me entrego o lucho
Dime
Aah aaah
Cómo me pesan esas piedras en mi pecho
Me ahogo, me asfixio
Me relajo
Me entrego
Me muero
Respiro
Respiro