Hace un par de semanas, la población mundial llegó a su habitante número 8 mil millones, marcando un récord de personas viviendo en nuestro planeta.
Al respecto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) estimó que, en tan solo 12 años, este número ha aumentado en mil millones. Un hecho que parece entrar en contradicción, si se mira el decrecimiento constante de las tasas de natalidad en los países que, de acuerdo al mismo organismo, generarían un peak de crecimiento solo hasta 2080, para luego mantenerse constante hasta el 2100.
En el caso de nuestro país, este fenómeno sigue la misma tendencia. Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2021, se registraron 15 mil nacimientos menos que en 2020. Una cifra que podría ser problemática debido a que la tasa de natalidad óptima para el recambio generacional sería de 2.1 hijos por mujer, lejano al 1.7 que tenemos actualmente.
Aunque el avance en medicina ha logrado mantener más longeva a la población -estimándose que para 2050, la gente mayor podría representar un tercio del total de habitantes-, este aumento tiene un impacto directo en los recursos naturales del planeta.
En busca de la explotación de recursos, cada vez invadimos más regiones que antes sólo eran habitadas por flora y fauna silvestre. A eso, se suma la guerra por agua dulce o alimento que antes solo veíamos en las películas. Es probable que, prontamente, se deba enfatizar y educar a la población respecto al uso responsable de los recursos que poseemos. Y es que nadie puede decir que futuras generaciones los tienen asegurados. Si los gobiernos no aplican políticas públicas sostenibles, la subsistencia será cada vez más compleja, en un entorno colapsado.
Sin duda, la natalidad debe ser una opción personal tomada con una mirada social responsable. Hay que recordar que vivimos en un planeta hiperconectado y todo lo que hacemos, tiene efecto en otro punto. Pensemos de esa manera.