Sacar adelante proyectos creativos requiere de tiempo y esfuerzo; algo que muchas veces nos lleva a trabajar más horas del día. Pero trabajar más, no significa hacerlo mejor: la evidencia indica que saber manejar nuestra energía es lo que nos puede ayudar a evitar el agotamiento. “Al igual que en el deporte, es el descanso lo que hace mejorar a las personas”, dice la psicóloga María José Ramirez.
Por Trinidad Rojas para Ritmo Estudio
Todos y todas sabemos que abocarse a la creación y generación de proyectos creativos requiere de tiempo. Hay que pulir ideas; investigar el mercado, buscar colaboradores y aliados, activar redes de contacto, generar estrategias, asistir a reuniones y eventos, y un sinfín de tareas que, a veces, nos agobian y hacen complejo reservar momentos que preserven el famoso equilibrio vida y trabajo.
A medida que vamos asumiendo más exigencias como esas en el ámbito profesional, dice un artículo del Harvard Business Review, las personas, de manera natural, respondemos haciendo lo que creemos que resulta mejor: estrujar el reloj y trabajar más horas durante el día. Eso le pasó, cuentan, a Steve Wanner, un ejecutivo que trabajaba hasta 14 horas sin parar y que, por lo mismo, presentaba altos niveles de agotamiento, tenía poco espacio para compartir con su familia, no se daba momentos para comer -lo hacía en su escritorio- y tampoco mantenía un estilo de vida saludable. Todo esto lo llevaba a sentirse profundamente infeliz.
El mismo reporte -elaborado por los fundadores de The Energy Project, una iniciativa que se dedica a mejorar el bienestar de líderes y equipos, bajo el enfoque de la gestión de la energía-, dice que no. Y es que si nos pasamos en el escritorio 24/7, es altamente probable que nos agotemos. Para aumentar esa capacidad de trabajo, a lo que debemos apuntar, sostienen los especialistas, es justamente a manejar nuestra energía. Porque el tiempo es finito, lo sabemos. Sin embargo, la energía, aunque también se consume, se puede ir renovando de manera constante desde diferentes fuentes: el cuerpo, las emociones, la mente y el espíritu. “En cada uno de ellos, la energía se puede ampliar sistemáticamente y renovar de forma regular mediante el establecimiento de rituales específicos, conductas que se practican intencionalmente y se programan con precisión, con el objetivo de hacer que sean inconscientes y automáticas lo antes posible”, indican.
“A medida que se ha ido complejizando el mundo del trabajo, incorporando nuevos roles, por ejemplo; se ha incrementado la energía que las personas tienen que disponer para lidiar con situaciones que a veces no son estrictamente laborales. Y desde luego en la medida que nosotros no sepamos manejarla, eso puede tener impactos negativos sobre el estrés y menores resultados”, sostiene Raúl Berríos, doctor en Psicología y académico de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad de Santiago.
Apelando al concepto de la stamina -una habilidad que alude a la resiliencia y al hecho de hacer frente a esfuerzos físicos y mentales prolongados, sin caer en el agotamiento-, esta mirada sobre la manera en que gestionamos nuestra energía no es nueva. Ya en 1989, el psicólogo y académico del Departamento de Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Rush, Chicago; Stephan Hobfoll, planteaba por primera vez la teoría de la conservación de los recursos, una de las más importantes en el ámbito de la psicología organizacional.
Su modelo se sostiene en la idea de que las personas nos esforzamos por retener o adquirir los recursos que valoramos, y tratamos -a toda costa- de conservarlos para la supervivencia. Cuando los perdemos o sentimos que no los obtenemos a pesar del esfuerzo, es cuando sentimos estrés.
Justamente dentro de estos recursos a buscar y adquirir, están los energéticos, aunque no se trata solo de ir por ellos en un momento determinado. Las personas, de manera preventiva, constantemente nos estamos dedicando a construir una reserva para tenerlos en caso de necesidades futuras. “Aquellas actividades laborales que permiten a las personas conservar esos recursos para momentos o tareas de mayor importancia, van a ser beneficiosas. Porque les van a permitir mantener la energía física o cognitiva, para ser usada en momentos clave”, dice Berríos.
Estar alimentando esa especie de ‘batería’ de energía, entonces, no solo es un factor preventivo para el burnout, sino que nos permite ser más productivos, maximizar el rendimiento y usar mejor nuestro tiempo. Ya no se trata de pasar muchas horas trabajando, sino que de ser eficiente en términos energéticos. “Para recargarse, las personas deben reconocer los costes de las conductas que agotan la energía y, luego, asumir la responsabilidad de cambiarlas, independientemente de las circunstancias a las que se enfrenten”, dicen Tony Schwartz y Catherine McCarthy en el artículo del Harvard Business Review.
Una de las acciones más efectivas para conservar y administrar la energía es simplemente el descanso. Así lo demostró una investigación publicada en 2021 y realizada por el Laboratorio de Factores Humanos de la empresa Microsoft, que analizó cómo las reuniones consecutivas por videollamada afectan a los y las trabajadoras, a través del monitoreo de la actividad eléctrica del cerebro de 14 participantes. Los resultados fueron llamativos. Al tener videollamadas de manera ininterrumpida, la actividad promedio de las ondas beta, asociadas con el estrés; se incrementó, al igual que cuando se midieron las transiciones entre reuniones. Sin embargo, al introducir una meditación y descanso entre encuentros, esta actividad disminuyó, permitiendo un reinicio de la energía.
“Como en el deporte, no es más trabajo lo que te hace mejorar, sino es el descanso”, dice la psicóloga y máster en Psicología Deportiva y de la Salud de la Universidad de Ottawa en Canadá, María José Ramírez, quien lleva más de 10 años dedicada a acompañar a profesionales que trabajan en entornos altamente exigentes. La especialista -que entrega herramientas a líderes basadas en la mentalidad del alto rendimiento-, explica que actualmente existen creencias erróneas en torno a lo que se entiende como un trabajo de esfuerzo. “Eso se ve en frases como mientras tú descansas, tu enemigo practica; o las personas no necesitan descanso, necesitan resultados; o el precio del éxito es no dormir. Esas ideas te hacen creer que todo lo que no está relacionado a la autodisciplina, te distrae de tus objetivos”.
Si lo pensamos en términos deportivos, esa necesidad de descanso, incluso, es más evidente. Si bien para alcanzar objetivos de rendimiento es clave que los deportistas se sometan a entrenamientos de alta intensidad, es en el descanso donde realmente ocurre la mejoría, pues ahí es donde se reparan los tejidos musculares dañados y el cuerpo se adapta al estrés de la carga aplicada en el día.
Lo mismo ocurre en el mundo laboral: hay que aprender a gestionar la energía para optimizar nuestras horas de trabajo. Para eso, María José -mientras hacía su doctorado en Aprendizaje Experiencial en la Universidad de Pensilvania- desarrolló un modelo que ayuda a las personas a alcanzar ese máximo potencial.
Básicamente, este esquema distingue dos zonas de excelencia: la zona verde y la zona de oro. La primera hace alusión al espacio que nos proporciona energía y vitalidad, mientras que la segunda apela al rendimiento y disciplina. “Muchos quieren estar de manera constante en la de oro, pero estar ahí, rindiendo, concentrados y dándolo todo, es cansador y requiere de energía mental y física”, puntualiza.
Es por eso que alimentar esa zona verde y hacerlo con actividades de alta calidad es clave para, luego, tener la energía y motivación necesarias para alcanzar los propósitos profesionales. ¿Pero en qué consisten esas acciones? María José menciona siete y son la interacción humana, contacto con la naturaleza, momentos de silencio y contemplación, descanso y relajación, nutrición e hidratación, espiritualidad, y actividad física, movimiento y juego. “Cuando le metemos combustible a esos elementos, tenemos energía de mejor calidad. Es importante estimular esas actividades durante el día o en la semana, porque muchos dicen descansaré cuando me lo merezca y a veces eso no es suficiente”, concluye.