Tras desarrollarse como académica universitaria, Silvana Vetö decidió cambiar su rumbo profesional y fundar Alma Negra, una librería y plataforma que, con un catálogo novedoso, busca despertar y profundizar en la reflexión y la crítica de las formas de vida contemporáneas en el contexto capitalista. Se trata de un proyecto que ella define como político, y que aspira a contribuir a la sociedad mediante la circulación de saberes críticos.
Por Trinidad Rojas y Sofía Aldea
Es lunes por la mañana y las tiendas de la calle Nueva de Lyon recién empiezan a abrir sus cortinas. Entre algunos turistas que recorren curiosos por el sector y personas que caminan ajetreadas en dirección a sus trabajos, se puede ver a Silvana Vetö -psicóloga, Máster en Psicoanálisis de la Université Paris 8 y doctora en Historia de la Universidad de Chile- en un escritorio detrás de la vitrina de Alma Negra, la librería y plataforma que fundó en 2021 junto a su amigo Gaspar García.
“En la universidad hice todo el recorrido preestablecido: pregrado, magíster, doctorado y Fondecyt, siempre pensando que desde la academia podía aportar a la reflexión y a la crítica respecto de las formas hegemónicas de existencia. Sin embargo, eso se fue perdiendo”, cuenta. “En esa época, mi amigo Gaspar García era librero en otra librería del barrio, así que le pedí que me ayudara a desarrollar un proyecto del que inicialmente no sabía nada: cómo relacionarme con las distribuidoras y editoriales, cómo se fijan los precios de los libros, cómo se seleccionan los catálogos, cuánto se gana por cada uno, qué se necesita físicamente para instalarse. Así comenzó todo”.
El sello de Alma Negra es un catálogo novedoso y actualizado que abarca desde ensayos de filosofía, feminismos y política, hasta poesía, textos de cine, música y estética. Más que sólo vender libros, explica Silvana, lo que buscan es “desplegar el pensamiento crítico en una comunidad lectora que no había encontrado en las librerías existentes un espacio para la reflexión y el intercambio de ideas que cuestionaran las formas de relación social y de deseo preponderantes en el sistema capitalista neoliberal”. Así, la apuesta es promover el debate y el diálogo a través de una plataforma desde donde se desarrollan talleres, clubes de lectura, conversatorios, presentaciones y lanzamientos. Todo esto con el sello que caracteriza al proyecto.
Parte de esta misión se aborda en el Seminario Permanente de Alma Negra, que tiene como objetivo reflexionar acerca de las formas de subjetivación contemporáneas o, en otras palabras, cómo es posible pensar, desear e imaginar más allá del paradigma capitalista y el contexto de la crisis climática que vivimos. A esto, se suma la creación de Alma Negra Editorial, un proyecto que debuta en marzo del 2024 con un libro enmarcado en los 50 años del golpe, que incluye a nueve autores y autoras que han colaborado con Alma Negra durante estos años y que aborda los fantasmas de la dictadura.
Para llegar a la idea del proyecto trabajaron con un estudio que desarrolló el relato y la identidad visual de Alma Negra. ¿Cómo crees que esa alianza les ayudó a definir el estilo del espacio y del negocio?
Trabajar con un estudio de diseño fue fundamental. Sin eso, el proyecto no sería lo que es. Nos conocimos con lxs diseñadorxs de Simple Lab, Juan Moya y Sofía Mackenney, y desde el inicio enganchamos en términos de estilo. Supieron leer bien lo que queríamos y nos ayudaron a definirlo mejor y a plasmarlo en nuestro logo e identidad. Esto fue en 2019, porque la idea era abrir en 2020, pero por la pandemia se alargó el proceso. A finales de ese año, retomamos conversaciones y lanzamos el negocio de manera virtual en abril de 2021. Durante ese primer año, hicimos varias actividades online; talleres y conversatorios por Zoom y ciclos de conversación por Instagram Live. Si bien no estaba en nuestros planes, debutar con una tienda online terminó siendo algo positivo, porque una vez que pusimos el local ya teníamos un concepto y una comunidad establecida. Cuando abrimos pasamos totalmente a lo presencial, buscando poner ciertas barreras a la hipermediatización de las relaciones sociales, sobre todo después de la pandemia.
¿Cómo llegaron al nombre Alma Negra?
Quería un nombre que pudiera transmitir el planteamiento político, ético y estético que se encuentra en la base del proyecto. Vender libros no implica sólo vender un objeto, sino sobre todo se trata de desarrollar un espacio donde puedan fluir y circular ideas, conceptos y saberes.
Bajo esta lógica, colonizar y evangelizar se entendió históricamente como “echar luz” sobre el “oscurantismo” de las creencias y formas de vida indígenas o pre-coloniales. En este contexto, uno de los binarios clásicos más importantes en la historia del pensamiento occidental-colonial es cuerpo/alma y el dualismo blanco/negro, con las asociaciones que implica eso en términos raciales. Este enfoque también nos permitía poner en cuestión otro binarismo que queremos cuestionar: el hombre/mujer, que sostiene el hetero-patrircado. Además de lo anterior, el concepto reivindica la falta de luz, lo oscuro y las zonas opacas como sitios para repensar nuestras formas de ser y de vivir. Desde lo oscuro, quizás, podemos ver de otra forma.
Alma Negra comenzó como un espacio online y tuvo buena recepción del público. ¿Quiénes llegaron a ustedes en ese momento y qué buscaban? ¿Cómo la audiencia ha ido cambiando en el tiempo?
Cuando partimos, lo hicimos porque sentí que había una necesidad -que luego nos dimos cuenta de que era bastante compartida-, que tenía que ver con la falta de librerías con catálogos más diversos y actualizados, que no se guiaran sólo por criterios comerciales. La idea era crear un espacio librero más amplio, en donde la importación de libros se convirtió en algo fundamental, sobre todo de editoriales independientes. Este fue uno de los aspectos que nos hizo destacar más dentro del mundo de las librerías en Chile, porque además abrimos la posibilidad de traer libros solicitados por nuestrxs clientxs. Al principio, nuestro público fue principalmente académico; docentes e investigadorxs de distintas universidades que necesitaban encontrar bibliografía actualizada para sus investigaciones. También gente del mundo de la música, el cine y las artes, así como de las disidencias de género y sexuales. Con el tiempo, el proyecto ha sumado a distintas comunidades que se sienten identificadas con nuestra propuesta, que se define por tener contenidos críticos y promover un pensamiento de izquierda.
¿Recuerdas algún pequeño fracaso o equivocación dentro del proceso creativo de abrir tu propia librería?
Eso fue lo que me pasó cuando pensé que podía ser interesante vender mangas. En este barrio, circulan muchas personas jóvenes que se inclinan por ese tipo de lectura, entonces tenía sentido, pero justo cuando trajimos algunos se pusieron dos librerías especializadas a unas pocas cuadras. Hice una inversión para apelar a un público nuevo, que finalmente no resultó. Igualmente, trajimos mangas asociadas al mundo LGBTIQ+ y de terror, pero tengo la impresión de que nuestro público al que le interesan esos temas no lee mangas o no se siente especialmente atraído por esa literatura, que quizás es de un rango etario más joven.
¿Y cómo ha sido el viaje en relación al aprendizaje de la parte comercial?
Al comienzo fue todo bastante intuitivo. Por suerte nos ha ido bien y ahora tengo más conocimiento de lo que implica tener un proyecto librero en términos comerciales. Sin el trabajo de identidad y relato que hicimos con Simple Lab, creo que la idea no hubiese funcionado tan bien como resultó. Logramos representar una necesidad que no estaba cubierta por las otras librerías, o no suficientemente, que tenía que ver con un lugar donde se pudieran encontrar libros que la gente solía encargar por Amazon o The Book Depository. Una librería con un catálogo actualizado y diverso que incluyera libros que representan no sólo el pensamiento del Norte, sino también de otros países de América Latina.
Que su catálogo no sea común en otros espacios libreros, ¿crees que habla de cómo en Chile concebimos la lectura?
De todas maneras, aunque también creo que la gente lee más cosas que lo que ofrecen en las librerías tradicionales. Con Alma Negra hemos comprobado que hay suficiente público que quiere leer contenidos que ponen en tela de juicio el sistema imperante. Pero también hay mucha gente, especialmente joven, que solamente lee novelas románticas, de detectives, best sellers y libros de autoayuda. No hay nada malo en eso per se, pero sí me parece preocupante cuando esos hábitos revelan que hay un nivel de lectura que es conformista y acrítico, y que se basa en el entretenimiento como criterio primordial en lugar de generar reflexión.
Hay algunas personas a las que esto les ha causado cierto escozor, porque los libros de Ediciones UDP o Alfaguara, por nombrar sólo algunas editoriales, no son los que se encuentran en nuestras vitrinas. En cambio, están ahí las propuestas de editoriales chilenas como Palinodia, Pólvora o Bisturí 10, y de otras editoriales importadas que publican temas de feminismo, posthumanismo, crisis ecológica, pensamiento de izquierda y críticas al capitalismo. Al trabajar aquí, solemos escuchar a algunas personas que se paran a mirar nuestras vidrieras y comentan que exponemos temas demasiado “progres” o se ríen de libros que hablan del “fin del capitalismo”. Una anécdota graciosa y terrible relacionada a eso fue una vez que frente al libro Manual de la feminista aguafiestas, de Sara Ahmed y publicado por Caja Negra Editora, dos hombre de entre 35 y 45 años comentaron con ironía: “como si necesitaran un manual… Si vienen seteadas esas”. Que varias personas sientan la necesidad de hacer ese tipo de comentarios creo que da cuenta, además del machismo y del conformismo, que no es habitual ver estos temas exhibidos en una vitrina en pleno Providencia.
El oficio de la librera y el librero se basa en la confianza, ya que es clave la recomendación. ¿Cómo se logra que las y los clientes confíen en tu propuesta?
Cuando abrimos la librería quisimos apostar por despertar un nuevo deseo. Generar una propuesta interesante y atractiva, que no satisficiera solamente un deseo prefabricado. Cuando trabajas en esto, las personas te piden que les recomiendes lecturas, te cuentan de su vida y te preguntan qué has leído en el último año. En parte, se guían por tus referentes para escoger qué leer. La confianza necesaria se construye siendo consistente con una línea editorial y con mucho trabajo. También tienes que ir permanentemente a lugares a contar de tu proyecto, asistir a lanzamientos, presentar libros, hablar y escribir de libros y de autorxs y conocer los nuevos proyectos editoriales. El trabajo es in situ; con la gente. Se trata de estar y responder. Eso permite que las personas puedan encontrar aquí algo que no conocían, pero que se comunica con lo que han estado leyendo o les abre un nuevo ámbito de interés.
¿Cómo definirías el deseo que les interesa despertar en sus audiencias?
Creo que tiene que ver con el sentimiento de incomodidad y con darle contenido a ese sentimiento, que a veces es sumamente difuso o reducido a un malestar individual. Actualmente, en Chile existe un nivel de frustración, incomodidad, aburrimiento y malestar que por momentos parece intolerable. Que se siente que va a explotar no sólo a través de movilizaciones como la del 18 de octubre, sino también de formas sumamente nocivas y contraproducentes, como la violencia racista, clasista y machista.
El tema es que desde la lectura, la escritura, el debate y el aprendizaje colaboramos a incentivar el sentirnos incómodxs y cuestionar lo establecido. Queremos ponerle atención a esa incomodidad y generar herramientas para pensarla y usarla como motor de cambio.
¿Qué consejo le darías a alguien para desarrollar una idea y llevarla adelante como un proyecto exitoso?
Hay que trabajar el diseño del concepto y la identidad del proyecto, porque no se puede concebir una idea separada de su imagen y relato. Eso es clave.