El miércoles 1 de mayo falleció el escritor Paul Auster. Me enteré mientras nos preparábamos para almorzar y sentí un poco de pena. Fue como cuando te dicen que alguien cercano ya no sigue con nosotros.
Alguien cercano, en este caso, porque su obra afectó mi trabajo como fotógrafo. En esos minutos, antes de ir a poner la mesa, me puse a repasar varios recuerdos, los que llevo algunos días tratando de desenredar.
Mi relación con Auster comenzó en la universidad, cuando estaba en los últimos años de Diseño Gráfico y tomé un ramo electivo de algo llamado “La sociedad y la violencia en la literatura y el cine norteamericano”. Necesitaba aprender de otras cosas con urgencia, y ahí conocí a escritores como Carver, Salinger y Auster.
La forma en que Auster dibujaba una estética en sus relatos la veía manifestada en las imágenes del movimiento fotográfico Nueva Objetividad. Me imaginaba en los rincones de las pinturas de Hopper, en los paisajes de Todd Hido. En “La invención de la soledad” conocí a Billie Holiday con su “Solitude”. Yo quería llegar a eso.
Con una camarita a rollo salía a sacar fotos muy random por las calles de las Torres San Borja, por donde vivía en esa época. Fotografiaba los rincones que me generaban esta sensación de silencio y abandono. Hace más de 10 años ya. Como en la “Trilogía de Nueva York”, creo que yo también buscaba algo. Y me di cuenta de que estaba realizando un ejercicio de querer afirmarme de lo que está muerto, de lo que ya se ha ido.
Entonces me puse normas. En estos rincones de la calle -que a través de la construcción geométrica del encuadre significativo era capaz de transmitir-, creía llevar algo como una transfiguración estética.
Comprendí que vivía los momentos desde otro tiempo, no me sentía ahí mientras tomaba estas fotos. Luego, cuando estas imágenes latentes eran reveladas de los rollos, entendía a lo que se refiere Paul Auster con la “nostalgia del presente”. Algunas de estas fotos son de ciudades que viajé y otras de pueblos existentes en la carretera. En esas imágenes sigo reencontrándome con estos espacios que me describió el autor.
Recuerdo cuando vino a Chile, el 2014. Logré conseguir una invitación, pero estaba tan lleno que quedé al fondo. Atrás, donde no se escuchaba nada.