Lo personal es político: La intimidad y sus malestares

25.10.2024
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“Puesto que nuestra vida transcurre en gran medida entre personas, la calidad de nuestras relaciones con los demás es fundamental para la calidad emocional de nuestras vidas, la vitalidad de nuestras vidas, la textura, la calidad tonal y el brío”.

– Stephen Mitchell


Nuestras vidas son siempre vidas compartidas. Como sostuvo la psicoanalista y filósofa francesa Anne Dufourmantelle. Venimos del enlace. Llegamos a la vida “acordonados como los alpinistas” y la huella de esa conexión fundamental que habilita la vida, no logra desvanecerse mientras vivimos. Es comprensible, entonces, que pasemos parte importante de nuestras vidas buscando la conexión, la intimidad y el amor en los espacios que habitamos. Sin embargo, la búsqueda no es siempre exitosa; en ocasiones se siente más como un desgarro que como un deleite. En esos momentos, la opacidad, la soledad, el aislamiento, la falta de reconocimiento e incluso el dolor marcan las experiencias e instalan cuestionamientos sobre el porqué eso que –supuestamente– debería resultar natural, como es convivir y relacionarse con otros, se vuelve tan difícil.

“¿Será que la vida de pareja no es para mí?”.No sé si vale la pena intentarlo si no sé si va a resultar”; “soy averso/a al riesgo”; “prefiero estar en una relación que no me gusta, pero que se ve ordenada, antes que tratar de cambiar las cosas si no sé cómo van a resultar”, son algunas de las muchas afirmaciones que nuestrxs pacientes profieren cotidianamente. 

A través de sus palabras, transmiten la experiencia de que las relaciones de intimidad son tan anheladas como temidas. La intimidad implica una forma de “poner el cuerpo” en la relación con otrxs y, por lo mismo, resulta imposible pensar en intimidad sin pensar en riesgo. Como propuso Santiago Alba Rico (2020):

“No hay utopía más peligrosa que la de creer que se puede amar a otro cuerpo sin exponer el propio”.

En este sentido, arriesgarnos a la intimidad puede sentirse como caminar sobre una cuerda floja sin saber si abajo existe una red de seguridad que amortigüe una posible caída. 

Viéndose ante esta situación, muchxs de nuestrxs pacientes evitan correr riesgos al encontrarse ante situaciones potencialmente conflictivas o de pérdidas, por lo que optan por la tranquilidad. Pero ¿a qué costo? Lo que observamos, es que lo que se pierde es el movimiento, la sorpresa y la espontaneidad y lo que se instala –en vez– es la experiencia interna de estancamiento, de malestar difuso. La evitación del riesgo no es gratuita. A menudo, es a costa de vitalidad. 

La frecuencia con que aparece este malestar en la consulta hace pensar que –además de relacionarse con características personales– se relaciona con condiciones culturales, históricas y epocales como, por ejemplo, la valoración de la autonomía acompañada por el abierto rechazo a la dependencia. Esto plantea la pregunta de cómo podríamos vincularnos íntimamente, dejar que la presencia de otrxs atraviese y transforme nuestras vidas sin sentirnos dependientes. Resulta difícil pensar en intimidad sin un cierto grado de dependencia. 

Por otra parte –más localmente– los Informes del Desarrollo Humano del PNUD han documentado que en Chile la evitación del riesgo y conflicto “para evitar que las cosas pasen a mayores” es importante. Nuevamente, esto supone un desafío: si nos encontramos íntimamente con otrx, la aparición de la diferencia es inevitable y eso, a menudo, se traduce en conflictos. ¿Cómo podríamos vincularnos sin que surgieran diferencias relevantes? Por otra parte, si no aparecemos en nuestras diferencias, aparece el temor a la fusión a “perdernos” en la relación. Es decir, la diferencia es tan necesaria como riesgosa. 

¿Cómo podemos lidiar en los vínculos de intimidad con desafíos para los cuales la sociedad actual nos ofrece pocos referentes de abordaje? Los mandatos sociales no vienen acompañados de recetas sobre cómo lograrlos ni tampoco reconocen suficientemente las tensiones y contradicciones que encierran.

Así, nos encontramos ante un panorama complejo: si queremos cumplir con lo que se espera socialmente, debemos demostrar que somos capaces de lograr lo que anhelamos incluyendo establecer relaciones íntimas “positivas” de manera autónoma y sin correr riesgos que nos expongan a potenciales fracasos, sin sentirnos dañados ni dañar a otros.

Entran en escena, entonces, sentimientos de agobio, inadecuación, vergüenza y soledad por sentirnos incapaces de cumplir con las expectativas. “¿Por qué a mí me resulta difícil lo que a todo el mundo se supone que le sale fácil?”, se preguntan algunxs pacientes. Nosotras escuchamos y recordamos que casi nunca es fácil y tratamos que nuestro trabajo clínico habilite un pensar y sentir críticos respecto de mandatos culturales. Queremos contribuir a introducir la dimensión política en la comprensión de los malestares subjetivos, para poder salir de la experiencia de insuficiencia personal y favorecer la apertura de una mirada más múltiple y compleja sobre sí mismxs.

Escrito por

Doctora en Psicología (PUC Chile) y Máster en Arteterapia (NYU). Se ha especializado en psicoanálisis relacional (Mitchell Center). Miembro del Colectivo Trenza y del LISCS.

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