Estoy leyendo tres libros, voy con otros tres en la bolsita que ocupo.
Terminé dos en una semana y ahora, ayer, acabo de terminar otro; todos de una misma autora. Llegan alrededor de 300 novedades al mes. Algunas durante el comienzo del mes y otras, por goteo, el resto de las semanas. Unas editoriales no publican mucho durante el año, tal vez dos o tres libros, alguna reimpresión. Otras tienen un plan editorial rígido con proyecciones anuales y que contemplan más de veinte libros al mes.
Le copié a Mariana Enríquez eso de publicar los últimos diez libros leídos, tanto novedades como clásicos. Primeras lecturas y relecturas. Lo encontré divertido, lo hice y me dijeron que le copié a Mariana Enríquez. Con el tiempo también me permitió ver que no me demoro lo mismo en leer aquellos diez libros que estos otros diez libros. Pueden ser meses o un par de semanas. ¿Qué cambia entonces? La vida, obviamente. El trabajo, les amigues e incluso una cabeza distraída sin tiempo para bajar el ritmo.
¿Seguirán llegando más libros? ¿Cuántas voces necesitamos escuchar y a cuántas realmente podemos hacerlo? El arte no es necesariamente una necesidad o no alguna que todes podamos definir o cumplir como tal. No a todos les importa leer y dentro del espectro de libertades ahí hay una complejidad: el derecho a no leer. ¿Estamos queriendo escuchar todas las voces? ¿Las necesitamos? ¿Necesitamos tantos libros?
¿Son las librerías ahora nuevas bodegas con vitrinas cada vez más apretadas? Demasiadas preguntas. Yo sigo comprando libros porque es un placer que ya puedo decir con tranquilidad es mero consumo. Después llego a casa, los miro y los guardo cerca mío cosa que cuando termine uno pueda comenzar otro. Hay un listado principal de pendientes y son aquellos que están en mi pieza. Hay más de cien urgencias así que vivo en un constante grito de ayuda literaria. No me molesta mucho, pero después de este listado de cantidades los pendientes no son los únicos que están necesitando ayuda