Mucho se ha hablado del fenómeno Shakira/Piqué, luego de la canción que la artista sacó con Bizarrap, donde abordó su separación con el futbolista español en medio de rumores -ahora confirmados- de una serie de infidelidades. Millones de reproducciones, a horas de liberar la canción, fueron la antesala para lo que pasaría días más tarde.
Además de ser un hit, la canción generó una serie de reacciones, entre ellas, la del mismo Piqué que en referencia a la letra del sencillo llegó a su entrenamiento deportivo en un auto de marca Twingo, además de declarar, en un live, que Casio había llegado a un acuerdo comercial con su liga de fútbol, la Kings League.
He leído que incluso ella “perdió la dignidad”. Pero desde que tengo memoria, las canciones hablan sobre lo que le pasa a quién escribe. Sea ficción o realidad. Es decir, tratan la emocionalidad. Desde ahí, entonces, enganchamos (al decir también me pasa) y empatizamos con el contenido que, como nos gusta, escuchamos una y otra vez.
No se ha hablado tanto, por el contrario, sobre las repercusiones familiares de hacer público lo privado, y de los límites para generar dinero. Incluso, de cuánto puedo hablar de un tercero, que poco y nada tuvo que ver con el desgaste de la relación. Algo así como un chivo expiatorio.
La mayoría de los argumentos detrás de la pregunta ¿por qué esta canción genera incomodidad?, en general, no son intelectuales, sino emocionales. Y más allá, son juicios respecto al deber ser de una madre y una ex esposa: quedarse callada, mostrarse íntegra y seguir con la vida, como si nada hubiese pasado. Pienso que la imagen de Shakira, mujer, colombiana, de origen árabe, en sus cuarentas y millonaria, permite que sea posible criticarla despiadadamente. Porque los comentarios se centran en ella, y no abordan las actitudes que tuvo él durante la relación.
Shakira tiene que, nuevamente, ser perfecta. No equivocarse, ni permitir que la emocionalidad esté por sobre la racionalidad. No puede expresar que sintió traición, porque eso no se ajusta a los cánones sociales de ‘ser digna’.
A Shakira no se le permite ser persona, ni menos decir lo que ha sido calificado como patriarcal: que las mujeres no lloramos, sino que facturamos. Yo creo que podemos hacer ambas cosas, mientras vivimos el duelo que implica el término de una relación. ¿Se puede equivocar? Claro que sí, y enhorabuena.