Tu cuerpo: tu espacio, tu territorio, tu herramienta para conectar contigo

22.06.2022
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Vivimos rodeados -y casi saturados- de estímulos externos. Si al trabajo, la familia y a los amigos le sumamos esos “tener que”, esos que aparecen desde los distintos roles que debemos ocupar a lo largo del día, es casi seguro que vivimos con una sensación de estar permanentemente pasando de una cosa a otra. Sin parar. Y muchas veces lo hacemos en piloto automático. Y es que llegamos al fin del día agotados, después de batallar por ganarle a todo lo que toca hacer. 

Hagamos un ejercicio simple. Date unos minutos y trata de responder esta pregunta: ¿Qué hiciste por ti hoy? Probablemente te des cuenta de que muy poco. Nos hemos acostumbrado a vivir priorizando y satisfaciendo a otras personas, algo que inevitablemente va anulando nuestras necesidades y deseos. Nos olvidamos de algo tan fundamental como vernos como nuestra propia prioridad. 

Priorizarse no tiene que ver con no dar importancia al resto ni que en ocasiones prioricemos a nuestros hijos, pareja, familia o amigos. Priorizarse es valorarnos y querernos. No es egoísmo. Poniéndonos como primera opción podremos aportar más a una relación pudiendo querer y entender más a las personas, siendo más compasivos con los demás porque aunque suene obvio, es mucho más simple cuando ya lo hemos hecho primero con uno mismo. Es más fácil cuidar a los demás si me he cuidado a mí mismo, si estoy sano y feliz para poder compartir eso con el resto. Primero debo experimentarlo conmigo, aprenderlo en mí.

Gestionar nuestra vida desde esa posición nos lleva a un desgaste físico, mental, energético y emocional. A sentirnos cansados, ansiosos, abrumados. Olvidamos el goce, el regaloneo y el disfrute. Y no solo eso, lo postergamos siempre para más adelante, para cuando se pueda. Pero, ¿qué pasa si dejamos de pensar que mañana será otro día y empezamos hoy, antes de entrar en ese loop eterno del que cuesta tanto salir?

¿Qué podemos hacer para poder lidiar con nuestras responsabilidades y rutina de otro modo, de un modo más sano? Darnos un espacio propio.

Tiempo dedicado a uno mismo, para escucharnos. Conectar con quien somos y qué necesitamos. Un espacio para mirarnos y reconocernos. Un espacio para centrarnos en el aquí y ahora. Un espacio para el goce, el descanso, el relax. Un espacio para hacer lo que nos gusta. Tiempo para esas actividades que sabemos nos llenan la energía.

Un espacio que permita recargarnos de energía, que nos ayude a calmar nuestra mente para poder pensar con claridad y transitar nuestras emociones y así poder ver con otra perspectiva más amplia. Al final, nuestra experiencia depende de nuestra perspectiva y difícilmente nuestra forma de ver las cosas sea positiva si estamos siempre agotados, sin energía, sin tiempo.

A veces reconocemos la necesidad de espacio y tomamos la decisión de generar cambios. Pero nadie puede desconocer que la mayoría de las veces lo difícil es empezar. La buena noticia es que se puede. ¿Cómo? Reconociendo nuestro propio espacio, nuestro territorio y viendo a nuestro cuerpo como herramienta para conectar con nosotros y con lo que necesitamos. Si entendemos -y nunca olvidamos- que los humanos somos mamíferos, hará sentido el hecho de que no hay nada más importante que nuestro territorio. Es éste el único lugar donde vamos a encontrar seguridad, protección y alimento. Y eso empieza en lo más básico que es nuestro cuerpo físico, un territorio. Desde ese espacio propio podemos habitar, movernos, explorar y sólo nosotros reconocer lo que sentimos y lo que puede ayudarnos. Poder jugar con prueba y error hasta encontrar nuestra propia receta, porque somos únicos y así será nuestra receta: mágica y única.

Si desde ese espacio volvemos la atención a nosotros mismos, si empezamos por escuchar nuestro cuerpo y callamos la mente para escuchar el corazón, seremos capaces de descubrir qué nos gusta, qué nos hace bien, qué nos nutre. Y así podremos darnos ese espacio como prioridad. Porque el bienestar parte por tomar la desición de querer sentirse bien y darse espacio ese, habitándonos desde nuestro propio territorio, nuestro cuerpo.

Tips para explorar:

  • Apunta tus rutinas cotidianas y marca algunas ventanas en tus horarios que vas a reservar para ti. Cinco, diez, quince minutos o lo que puedas. Lo importante es comprometerse con eso al igual que nos comprometemos con una reunión importante.
  • Dale espacio a tu cuerpo para moverse, para ejercitarte, para sentirlo. Si te mueves también se mueve tu energía. Y se transforma.
  • Medita. Cinco minutos al día son suficientes.
  • Haz pausas que te permitan ser consciente de tu respiración.
  • Y pregúntate ¿cómo me siento? ¿cómo noto mi cuerpo? ¿siento alguna emoción? ¿qué emoción predomina? ¿Me molesta algo? Intenta responder sin juzgar. Es una buena forma de volver al presente. Una forma de volver a habitarte. Una forma de volver y ocupar tu espacio propio.

Escrito por

Argentina de nacionalidad, es certificada en Advanced Yoga Teacher y Coach Neuro-linguístico; formación en Animal Flow L1, Cadenas musculares y emociones en Fisiom Yoga; e hizo cursos de Vedanta. Hace unos meses creó, junto a Bárbara, Comunidad Integrados, un sistema de entrenamiento integral propio.

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