Romina Reyes Ayala

El punto final de un libro. ¿Estás lista para terminar?

12.06.2024
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Terminar debe ser de las acciones más difíciles dentro de las relaciones humanas. Terminar una relación de pareja implica la toma de la decisión, más la ejecución del término en una conversación. Algo que puede dilatarse meses, o años. 

Terminar de escribir un libro es parecido. 

Un libro es una relación de compromiso con un material que habita en la imaginación del escritor. Reconocerlo, decidir indagar en eso, ir al descubrimiento de la idea y convertirla en un libro, manifiesta tal decisión.

¿Cómo comenzar? Es quizá la parte más fácil. Basta abrir un archivo, nombrarlo y comenzar a escribir. Primero hay que zambullirse en la piscina del pensamiento creativo, escribir como bestia todas las ideas que rondan la historia. Puede ser una primera página, un diálogo suelto, listados de personajes caracterizados. Cuando se acabe esa creatividad, el trabajo se tratará de releer y reescribir lo escrito, lograr dar con un resumen de la historia. Al menos, uno tentativo. Volver al primer borrador, releer, escribir, desarrollar escenas, diálogos y ambientes. Definir su forma: ¿novela, cuento o un híbrido? Definir el título y así, decisión tras decisión para enriquecer el proceso creativo. 

Hay obras que requieren de investigación, consulta de fuentes directas, entrevistas. Hay otras que requieren introspección, un mirarse al espejo de forma sincera para descubrir zonas de la experiencia con valor estético. Es necesario aislarse durante un tiempo, pero hay momentos donde las tareas son, por ejemplo, revisar que todos los nombres de los personajes coincidan o confirmar el número de páginas. 

Recuerdo bien el día de verano que terminé “Ríos y provincias”, mi primera novela. Leí de principio a fin todo el material en voz alta, probando la sonoridad del texto. A estas alturas ya había resuelto los arcos narrativos de los personajes, la estructura, el estilo literario. Ya le había dado formato para presentarla a la editorial. En el ejercicio, que me tomó todo el día, corregí pequeñas faltas de ortografía que siempre saben ocultarse ante el ojo que sueña con letras y palabras. 

Matar a un personaje es una buena forma de forzar un final. Hay finales muy propios del realismo norteamericano que cortan las historias en medio de acciones comunes, como dejar una taza de té vacía sobre la mesa. Eso es más complejo, porque coquetea con la trampa de terminar una historia de cualquier forma antes de elegir un buen final. 

En el final de la novela, las protagonistas asisten a un funeral. “Me quebré y dejé de ser yo. Fui un puñado de trozos intentando ser una persona”, dice la última frase del libro. Me sequé las lágrimas derramadas y me felicité. Satisfecha con el resultado, di el libro por terminado. 

Luego vino la resaca creativa.

Cuando se vislumbra el final del trabajo de un libro, las cosas pueden dilatarse por miedo o comodidad. Terminar un libro y abrir paso a su publicación genera mucha ansiedad. A veces resulta más cómodo sentarse a leer y releer, cambiando detalles insignificantes. Lo que te empuja a terminar es algo único, caso a caso. ¿La postulación a un premio, demostrarle algo a alguien? 

Terminar es tomar una decisión. Los finales no son orgánicos, las historias se difuminan antes de terminarse. El único final definitivo es la muerte. 

Escrito por

Romina Reyes Ayala es escritora. Escribe sobre relaciones de amor y amistad cruzadas por la -muchas veces- desalentadora realidad chilena. Las voces femeninas son su especialidad.

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