Matías Allende

Excursiones nocturnas

18.07.2024
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“No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros”.

Ciudad sin sueño (1929), Federico García Lorca

La exposición de Josefina Concha E. en galería Praxis de Buenos Aires es una invitación a un páramo de criaturas increíbles, las que, huyendo de sueños y pesadillas, nos guían hacia rincones de encuentros nocturnos, sigilosos, exuberantes de aventuras. La representación de estas Excursiones nocturnas cobran forma en tejidos y en pinturas, un lenguaje que Josefina ha guardado para sí misma durante años y que esta vez ocupa un rol principal. 

Encontrarse con estas pinturas provoca escuchar ulular a búhos de miradas penetrantes, el trepar de arañas gigantescas, el rasar de víboras sobre la madera podrida, hojas y musgos, el aullido de seres con rostros y miembros en descomposición. Son retratos de humanos ocultos de la luz, con las deformaciones propias de quienes no recibieron la fortuna del sol. Un paisaje de sombras. No obstante, estas apariciones de seres pesadillescos se hallan con su complemento nocturno: parejas deseándose en el vértigo de lo furtivo y plantas con formas de genitales.

Son animales, insectos y espectros a los que la artista, a pesar de su deformidad, no les quita la capacidad de sentir y sentirse, acariciar y acariciarse. 

Esta exposición tiene tan poco de programática como todo de libidinal. Responde al impulso de Josefina Concha E. de explotar su relación voraz con la pintura, habitualmente sublimada por sus textiles escultóricos, los que crea tras haberles dado carne a edredones agrandados, capa por capa, mediante hilos cosidos por máquinas tórridas. Máquinas que azotan como turbinas un piso de madera en Santiago, un ruido insistente y repetitivo que puede llegar a volverse una pesadilla. La pintura se vuelve para Josefina una escapatoria de este accionar mecánico. La pintura es un refugio seguro, un espacio de confianza y abrigo. 

Puesto que es fundamental comprender la importancia de escapar de nuestra cotidianeidad, contemplar este zoológico de monstruos y amantes es transigir que no nos terminen agotando las turbinas del día a día. Salir del mundanal ruido es algo a lo que aspiramos todos los que nos dedicamos al arte y, lamentablemente, en general se nos exige vociferar, como si las ciudades ardiendo no fuesen suficientes. “No es sueño la vida ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!”, escribía García Lorca.

Me gusta pensar que una serpiente puede ser la analogía de la disciplina pictórica para la artista. Así, unas víboras salen de la cabeza de un hombre dormido, es aquella ciudad —por fin— del sueño, una donde el reptil se despliega en todo el paisaje charlando con sus compañeros animales y humanos convenciéndolos de que nos atrapen. Esa serpiente que es la pintura en sí misma no tiene fin. Es una bestia rasante que todo el tiempo explora distritos originales, que está buscando cosas nuevas. En esos callejones que se abren, se enreda, anudándose, quedándose un rato en ese problema del color; la pincelada, el estilo, la escuela. Después se aburre, odia las convenciones, pero “al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros”, dice García Lorca. Dentro de los fracasos la decepción debe ser el más terrible de ellos. 

Josefina Concha E. nos invita en esta exposición a vivir la pintura como una escapatoria de la realidad cruel que nos rodea.

Sus obras bidimensionales y sus tejidos habitan una ciudad donde lo fantástico y lo onírico se han infiltrado. Esta capital porteña se ha transformado, una vez más, en una ciudad sin sueño, reflejando otra etapa de su historia.

Llegar a este paraje de monstruos y amantes no se debe simplemente a ser un espectador medianamente informado sobre el universo subjetivo de la artista, su trayectoria y sus intereses. Esta exposición es una invitación sugerente para sus espectadores. No quiero cerrar con una cita trivial del psicoanálisis freudiano, que de manera lineal entiende la muerte y el deseo como dos caras de la misma moneda. Prefiero complejizar en un universo personal fantástico. No es solo la calidad excepcional de estas piezas lo que me impulsa a escribir y acompañar, sino la posibilidad de comprometerme con una ilusión. Antes de bajar las persianas de la fantasía completa y entrar en la ciudad sin sueño, dejémonos encantar un instante por la posibilidad de pasear con criaturas esta noche.

“Excursiones Nocturnas” nos invita a un paisaje de seres monstruosos, representados en pequeñas pinturas y textiles volumétricos adheridos a estructuras, como si en cualquier momento fueran a emprender el vuelo. Estas obras, escondidas tras lunas menguantes y crecientes, nunca se exponen con total claridad. Necesitan el suficiente fulgor para permitirnos observarlas desde nuestro paisaje seco y contemplar esa región trémula y húmeda, más húmeda que la ciudad pantanosa de Buenos Aires.

Escrito por

Matías Allende Contador es investigador, curador de arte contemporáneo y Doctor (c) en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile.

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