El año 2021 con mi amiga curadora Natalia Stipo -a quien conocí porque hizo la curatoría de la exposición Historia del Arte de Metro 21, en la cual participé-, postulamos a un Fondart.
Yo tenía muchas ganas de embarcarme en un proyecto con la pintura y otras técnicas y la Nati, que es muy hábil y estudiosa, supo estructurarlo. Así nos pasamos tres semanas de invierno en su casa, con sus cinco gatos, juntando cotizaciones, cartas de compromiso y argumentando nuestras ideas.
De forma inesperada, nos adjudicamos el fondo un año después, porque corrió la lista de espera. La noticia llegó en un momento en el que yo no lo estaba pasando bien, por lo que me aferré a ese futuro venidero de creación y trabajo.
Primero, mi amiga se embarazó. Y con esa señal-presencia de la naturaleza tan clara, me di cuenta de que no se pueden controlar las cosas. Juntas decidimos posponer el proyecto, época que coincidió con que yo estaba sin trabajo. Podría aprovechar ese tiempo para pintar, pensé. A veces uno cree que para poder producir y crear en altos niveles sólo se necesita disponer de todo el día. En mi caso no fue así. Tenía mucho tiempo, pero también tenía un caos en mi cabeza y muchas otras cosas personales que solucionar. No era el momento.
Recién comencé a pintar en junio. Estaba media desconectada y partí por pintar sobre eso; el vacío de enfrentarse a un bastidor en blanco. Hice algunos autorretratos en mi taller y de a poco empecé a irme por la corriente y a fluir cada vez más con mis ideas. Paralelamente, comencé a ir todas las semanas al taller de cerámica El Espino, a desarrollar tres esculturas.
Hubo muchos momentos de ansiedad. Estaba muy neurótica, porque tenía en el horizonte un proyecto grande. Pero ahora que estamos a punto de inaugurarlo, este 21 de diciembre, me doy cuenta de que hemos trabajado un montón, y lo mejor es que lo hemos hecho en equipo.
Creo que fue en agosto que comenzamos a reunirnos con Gabi y Lau para que nos hicieran una propuesta de montaje, ya que había cierta claridad respecto a cuántas y qué obras iba a exponer. Por supuesto que no estaban todas terminadas. Ni hoy, a días de la inauguración, lo están. También tuvimos reuniones con Fran, de Minigolf, quien diseñó un precioso catálogo. En él está el texto de la Natalia, que estructura toda la muestra, y otros cuatro textos post curatoriales de diferentes personas que convoqué por sus formas de apreciar la belleza. Hay fotos de mis obras, que tomó Luz Andrea en varias visitas a mi taller, y dos textos míos, además de algunos detalles personales sobre el proceso, como la música que escuché mientras pintaba.
Todo se ha generado desde el amor. Quizás, pudo ser así porque fuimos capaces de construir un espacio de confianza y libertad para crear.
Estoy muy contenta con cómo han salido las cosas. Sólo el trabajo constante ha podido darme esa tranquilidad. Ahora estamos a semanas de la inauguración y me da vértigo lo que falta por hacer, pero tengo una sensación de confianza que me hace sentir que todo va estar bien. Y es que en este proceso he aprendido que todo tiene solución, porque es innegable la pasión y la dedicación que hay en cada detalle de este proyecto de parte de todo el equipo.
Llevo tres noches soñando con paisajes y animales muy hermosos. En uno de ellos llevaba esta exposición a diferentes ciudades de Chile. Me encantaría cumplir ese sueño. Espero tener la oportunidad de mostrar mi trabajo muchas más veces, en muchos más lugares. Esta es mi primera exposición individual y quiero poder celebrarla junto a todas las personas que han estado presentes durante este tiempo, y que me han tenido paciencia cada vez que les he hablado del tema. Ojalá que mientras esté en exhibición puedan ir todos quienes quieran ser parte. Mi invitación es a mirar, identificarse, sentir y entretenerse.