Pintar es sensibilidad

24.07.2023
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Desde que tengo memoria, el dibujo ha sido una parte muy importante de mi vida.

En el colegio fue un ejercicio constante, ya que mis compañeras me pedían a diario que las retratara. Esto me llevó a sentir, de cierta forma, una tranquilidad respecto al futuro; sabía qué quería hacer. Y viniendo de una familia de artistas, el camino ya estaba arado. Tengo alrededor grandes ejemplos de estudio obsesivo y diario: de la guitarra de mi papá y de yoga de mi mamá. De ellos heredé su pasión. La visceralidad de crear y expresar. Me educaron así: el oficio es lo más importante a desarrollar en la vida, casi más que las relaciones y, de todas maneras, más que el ocio.

Pero no estudié arte. Estudié diseño gráfico, porque seguro tendría más campo laboral. Y así ha sido. El diseño es una herramienta que me gusta y que me permite tener trabajo, pero muchas veces he tenido la sensación de que no estoy haciendo lo que quiero hacer todo el día, que es pintar, hacer cerámica y dibujar. Sé que poder hacer sólo eso es un privilegio.

El 2020, en plena pandemia, quedé cesante. Tenía 28 años y ese cambio fue una oportunidad para comenzar a pintar y a vender mis pinturas. Me fue muy bien y estuve de manera independiente dedicándome al diseño gráfico y al arte. Mis encargos eran, en general, retratos personalizados, donde las personas podían fantasear con la ropa y los objetos que plasmaba en mis obras. También diseñé numerosas poleras con mis dibujos, hice videoclips animados y styling en producciones audiovisuales. Trabajé diseñando museografías y colaboré con otras artistas, generalmente mujeres, en proyectos textiles, serigrafía, risografía y fanzine.

Este proceso ha sido muy estimulante, ya que he podido desarrollar mi voz autoral en diversos formatos y disciplinas. Lo mejor, es que aún quedan muchas que me interesa explorar. 

La cualidad de hacer varias cosas a la vez ha sido siempre una virtud en mí, hasta que comenzó a agotarme. Porque después de algunos dolores y frustraciones, se hace necesaria la tranquilidad. Y la estabilidad económica es parte de ella. Así que después de un tiempo, decidí buscar trabajo. Me demoré tres meses en encontrar algo. Eso me mantuvo en un loop de poca plata, frustración y pocas ganas de pintar. Este año comenzó con una exposición agendada para el segundo semestre, pero estaba deprimida. Y me lo permití, haciéndome cargo de ir a terapia mientras insistía en encontrar un trabajo estable. 

Siempre he visto mi exposición como algo que vendrá a futuro. Y es algo que me angustia, sobre todo porque siento la expectativa de mostrar una propuesta genial. Pero la forma en que se ha dado este proceso solo me ha hecho notar que mi mayor inspiración y atributo es mi vulnerabilidad y fragilidad. Trabajando desde ahí entiendo qué es lo que tengo que hacer. Y eso no es más complejo que mostrar lo que veo y lo que siento para que las personas se identifiquen con mi experiencia. Quisiera que mi obra funcione como un reflejo de mi generación. Que las mujeres se identifiquen con mis ideas.

A veces me pregunto por qué quiero ser artista, y la respuesta es porque no sé qué más podría hacer. Lo hago porque me entretiene. Es lo que más me gusta, lo necesito. Me hace bien. Siento como si tuviera muy claro que es mi camino en la vida, aun cuando me he demorado un poco en seguirlo con rigurosidad y con mayor convicción.

En estos años, he aprendido que para ser artista no es suficiente con ser talentosa.

Hay que también ser trabajadora, insistir y lograr una rutina en la que se prioriza dedicarle horas al quehacer.

Ahora me siento dueña de mi camino, de mi proceso. Es ese camino lo que me hace mejor; me sana y me permite expandirme. Y lo elijo, ya que estoy atreviéndome a crecer como artista.

Escrito por

Artista visual, diseñadora y artista urbana, su obra destaca por la observación de lo que sucede en la calley por un mundo de fantasía musical.

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