Racismo: la historia se repite

24.11.2022
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La primera parte de Trasplantados, tuvo como punto de partida la investigación que llevaba a cabo la artista Luna Acosta en 2015, entonces, en Santiago de Chile.

Allí inició un periplo entre comunidades de migrantes, sobre todo colombianas, para entender cómo se reformula con estas migraciones un racismo estructural que ha acompañado a la sociedad chilena desde sus orígenes, y que han sentido a lo largo de la historia tanto los pueblos inmigrantes como los sectores populares. Durante las décadas recientes de auge económico, que atrajo a personas de países vecinos, los migrantes se radicaron fundamentalmente en el Norte, un sector minero con varias plazas laborales en servicios.

Este proyecto, concretado por primera vez en Marsella siete años después de su concepción, incluye en su título la palabra “trasplantados” como un guiño a la novela de Alberto Blest Gana Los trasplantados, un libro que ofrece claves discursivas aún vigentes. Seductora resulta la dosis de humor con que el autor chileno trata el problema de lo que hoy podríamos denominar como colonialismo interno, expresado en el caso de los chilenos que viajaban a París, un concepto que acuñó el mexicano Pablo González Casanova hace casi 50 años y que muestra la continuidad de esta preocupación en el campo cultural del continente. 

La obra de Luna Acosta se ha desplegado como una reacción ante una fuerza externa. Una potencia que recae sobre ella, sobre su contexto o su historia.

Ese desenvolvimiento es una fuerza en oposición que le responde y, casi en un proceso dialéctico, da paso a la construcción de un objeto vital. Es una propuesta de obra artística que sale del lugar de la denuncia, manifestando una posición reivindicativa y de resistencia.

Las telas son un soporte constante en la producción de la artista, no sólo por cuestiones relativas a lo simbólico que porta en sí mismo el trabajo textil, sino también porque puede ir con ellas, acompañarla adosada a su cuerpo en su trayecto migrante, con las trayectorias diversas que toma su vida en Colombia, Argentina, Chile y ahora España. La magnetita, en cambio, es algo más bien compositivo. Está en todas partes y su investigación relaciona justamente este material con los comportamientos naturales en su doble acepción, en tanto proceder y en tanto biológicamente compositivo. 

La magnetita es óxido de hierro cristalizado y su nombre deriva justamente de su condición magnética. Este mineral proviene del centro de la tierra y hace que los metales busquen el polo sur y no el polo norte como hacen las brújulas, por lo que se trata de obras que buscan desde su materialidad siempre el sur, aunque estén en el norte, invirtiendo así la jerarquía norte-sur que opera expulsando poblaciones y produciendo narrativas hegemónicas sobre estos flujos humanos. Ella es parte de microorganismos e inclusive de seres con sistema nervioso complejo, como los mamíferos, muchos de los cuales tienen este mineral en su cerebro. Por ello, albatros, ballenas, pingüinos o golondrinas pueden migrar todos los años en cada cambio de temporada. El ser humano también tiene magnetita en su cabeza, pero el sedentarismo de miles de años pudo haberlo autonomizado del sistema nervioso central. 

La primera parte de Trasplantados realizada en Marsella, Francia, a los pies del mar mediterráneo, no fue caprichosa, justamente porque relaciona simbólicamente a esos seres y a nosotros mismos dentro de una condición natural. La migración no es sólo un derecho humano, sino también una condición natural. Por esto, “las crisis migratorias” o “el problema de los migrantes”, con toda su carga de violencia material y simbólica, no son más que un invento del ser humano.

La migración es parte de la vida de pájaros y bacterias, sin embargo, para el caso humano no podemos decir que cualquier desplazamiento es similar, justamente como lo planteó Blest Gana hace más de un siglo con su novela.

La desigualdad -entre hemisferios, países, regiones y sectores sociales-, borra cualquier “naturalidad” de la migración para volvernos a las condiciones de clase, y cómo estas determinan si eres migrante o no y, sobre todo, las posibilidades de aceptación y adaptación. La “crisis migratoria” está determinada por estas condiciones estructurales e históricas, y uno de los temas que toca reflexionar es qué sería lo que está en crisis y a quiénes realmente afecta. Es decir, no podemos obviar la relación intrínseca entre capitalismo, racismo y condiciones del desplazamiento para que se produzca el “Síndrome de Ulises”, una serie de padecimientos para el cuerpo migrante, que fue acuñado por médico catalán José Achotegui en 2002.

Por esto, la investigación de Luna Acosta continúa de esta manera, pues Trasplantados. Síndrome de Ulises es la etapa donde la artista se interiorizará de los antecedentes culturales y económicos de un cuadro de estrés crónico que afecta a las personas migrantes por las condiciones de hostilidad que enfrentan, el que puede manifestarse de múltiples maneras. Hay que recalcar que la migración no es persé una situación traumática, es la persona la que cae en el estrés puesto que el medio lo ha llevado a relacionarse de una manera reactiva con ese mismo entorno.  

Pensemos en lo que señalaba el escritor tunecino Albert Memmi respecto a la construcción del cuerpo colonizado; la migración hacia el Norte se vuelve imperativa como necesidad material de sobrevivencia, pero también como deseo inculcado por la cultura hegemónica, la local colonizada y la metropolitana colonialista, por lo que es pertinente pensar las metrópolis como paisaje y como horizonte. “En el curso de los años, [se] ha esculpido tal monumento de la metrópoli, por oposición a la colonia, que esta se le aparece necesariamente irrisoria y vulgar. Es notable que incluso para los colonizadores nacidos en la colonia, es decir, amoldados carnalmente, adaptados al sol, al calor, a la tierra seca, el paisaje de referencia sigue siendo brumoso, húmedo y verde”, nos dice Memmi en Retrato del colonizado. Precedido por el retrato del colonizador, su clásico libro de 1957.

En Trasplantados. Síndrome de Ulises, el soporte de telas teñidas por la magnetita sirvieron para trabajar en torno a ese duelo migrante en los cuerpos de individuos provenientes de las ex colonias. Un bosque de telas emplazadas sobre la sala de la rue Vien e imágenes proyectadas traspasan una sala oscura. Estos vídeos de found footage aún refieren a algo más orgánico, mineral y geográfico, pero con guiños a otros elementos corporales, sociales y geopolíticos que manifiestan el paso siguiente en la investigación. Así, en esa sala oscura, encandilados a veces por los mismos videos que se cruzan, contaminan y exudan imágenes, los espectadores rozan las telas de magnetita y a los otros visitantes, haciendo de esta instalación un cuerpo colectivo que rompe con la individualidad de cada uno. 

Un ejercicio de compromiso con los cuerpos se proyectó fuera de las imágenes en Trasplantados. Parentescos migrantes, intervención de las mismas telas marsellesas antes descritas que cruzaron el Atlántico para encontrarse en el lugar donde empezó la investigación. Estas fueron instaladas en una sala de estudios dentro de la Universidad de Chile, que es una de las más usadas y transversales disciplinariamente. En ella, se generó un punto de encuentro entre estos estudiantes con la instalación y sus flujos. Esto no sólo en el compromiso de reflexionar sobre la migración, sino también en rehabitar los espacios deshabitados por los estudiantes tras la pandemia, colaborando así en la reflexión académica y crítica, además de la experiencia estética. 

¿Por qué mencionar la cuestión del colonialismo en el proceso migratorio? Por las jerarquías destacadas con claridad en la obra de Blest Gana, González Casanova y Memmi: de un lado élites colonizadas que emprenden viajes hacia lo que reconocen como civilización sin el costo de ser nombrados y tratados como “migrantes”, y el reverso de ese viaje el de personas racializadas y pobres que son flageladas por buscar la misma civilización que en este caso los expulsa. El racismo es el resumen de la relación asimétrica que se produce en todas las formas de colonialismo que han existido y que existen en el mundo. El racismo como fenómeno histórico y sociológico posee en lo fundamental tres elementos, nos dice Memmi: descubrir y poner en evidencia las diferencias; jerarquizar esas diferencias en beneficio de los sectores dominantes; y, finalmente, llevar las diferencias a lo absoluto, convirtiéndolas en una distancia insalvable. La sorprendente actualidad de estos elementos resulta apabullante.

Escrito por

Matías Allende Contador es investigador, curador de arte contemporáneo y Doctor (c) en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile.

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