Hace años que la artista chilena Catalina Bu se dedica a explorar imaginarios para comunicar su visión y darle forma concreta a su creatividad.
Ampliamente reconocida por su trabajo como ilustradora y autora de exitosos libros experimentales y novelas gráficas como Diario de un solo (Catalonia, 2014), Libro Libre (Hueders, 2017), En Blanco (Catalonia, 2019) y el recién editado Nadie como tú (Fulgencio Pimentel, 2023), sus historias dan cuenta de las complejidades de la vida con un humor existencialista que caracteriza su personalidad y su trabajo.
A lo largo de su carrera, Catalina ha trabajado con organizaciones de renombre internacional como la ONU y Amnistía Internacional, y reconocidas marcas como Netflix, Vans, Google y H&M. Pero ahora está concentrada en una nueva etapa. Su ímpetu creativo la impulsa a no quedarse quieta en la comodidad. A atreverse, aunque a ratos la invada el temor, a probar y a experimentar nuevas formas y lenguajes. Por eso, hace tres años que amplió su trabajo en ilustración -con el que ha logrado un importante éxito comercial- para adentrarse en un taller y aprender de cerámica y grabado. “Ni siquiera entiendo bien qué es lo que estoy haciendo. Y eso es lo que más me gusta”, dice.
“Cuando hago talleres o conferencias, suelen hacerme dos preguntas radicalmente distintas. La primera es cómo encontrar tu estilo. Esa inquietud habla de una persona que tiene un impulso, aunque todavía no tenga una forma. La segunda, es cómo ser conocida. Si la motivación es la fama, es fácil: lo que funciona, repítelo, repítelo, repítelo. Véndelo y repítelo. Lo del estilo, en cambio, habla de una dimensión sensible y creativa. Eso es lo que me interesa desarrollar a mí”.
¿Cómo ha evolucionado la industria de la ilustración desde que comenzaste tu carrera y cómo adaptaste tu enfoque en respuesta a estos cambios?
La experiencia me ha permitido diseñar un método para construir un puente entre el trabajo creativo y la dimensión comercial. La ilustración, actualmente, es algo que está en todos lados, pero durante mucho tiempo nadie sabía cómo trabajar con ilustradores y no habían referentes de tarifas ni de metodologías.
Hace años que trabajo con Constanza Martínez de Puentes Agency, una agencia de autores e ilustradores que velan por mí en el mercado editorial. Ella me ha ayudado a aprender a ponerle precio a mi trabajo. Actualmente, tenemos tarifas estandarizadas según el tiempo y la complejidad de los dibujos, y también para todo lo demás que no es ilustración, pero que es mi imagen. Nos pasa bastante seguido que marcas que quieren trabajar conmigo nos hablan solamente de las ilustraciones, pero después dicen que quieren hacer un video y ocupar mi nombre. Todos esos usos tienen un precio y entenderlo ha sido un aprendizaje.
¿Cómo manejas la inquietud creativa que te impulsa a explorar diferentes medios artísticos?
Este camino me ha exigido darme mil vueltas. Desde chica he tenido una inquietud muy grande. Inabordable. Y eso me ha llevado muchas veces a hacer demasiadas más cosas de las que puedo manejar. Este es un problema que he tenido siempre, pero al mismo tiempo ha sido el único camino que he encontrado para poder calmar mi hambre por hacer cosas nuevas.
Hace un par de años que, además de dibujar, estoy haciendo escultura en cerámica y grabados. He cambiado varias veces el rumbo de lo que quiero hacer, y eso es una apuesta que económicamente me obliga siempre a empezar de cero.
En cierto sentido, renuncias al éxito comercial para resguardar tu libertad creativa.
Estamos muy acostumbrados a que el valor que le damos a nuestro trabajo dependa de la cantidad de plata que tenemos en el banco. Pero cuando estoy lúcida, entiendo que para mí el éxito es tener tiempo para hacer lo que realmente quiero y lograr llegar a fin de mes.
Ahora que volví a tener una vida de estudiante, he tenido que retroceder en términos materiales. Había logrado un cierto éxito económico con un modelo freelance, pero yo misma decidí romper con esa estabilidad porque el costo emocional de hacer trabajos para personas a las que realmente no le importan tus ideas, es demasiado alto.
Uno de los nuevos formatos para financiar el trabajo creativo son plataformas como Patreon, de la que eres usuaria. ¿Cómo ha sido la experiencia de crear una comunidad de seguidores que te apoyan financiando tu trabajo?
Patreon ha sido un excelente descubrimiento. Justo cuando me atreví a cambiar, decidí hacerme una cuenta motivada por el ejemplo de una amiga. Esta plataforma es lo que me ha mantenido con una cierta estabilidad económica, aunque destino todo ese presupuesto a arrendar el taller, seguir estudiando y creando; hacer grabado y cerámica. A probar cosas nuevas.
En mi cuenta, registro mis procesos para que mis patrones sean parte de ellos. Además, yo misma soy patreon de otros artistas, lo que me parece aún más valioso de este tipo de comunidad: la lógica es realmente colaborativa. Patreon es súper distinta a otras redes sociales, ya que quienes apoyan tu trabajo no necesariamente comentan ni dialogan con el contenido. Ese contraste con el like automático -y con la dependencia del like como si eso significara aprobación-, es bastante interesante, ya que se evidencia que la interacción no es necesariamente sinónimo de apoyo, como sí lo es que las personas valoren tu trabajo pagando por él.
¿Cómo es tu proceso creativo de taller y qué temas estás desarrollando?
Creo que la salud mental en trabajos creativos es súper complicada. A mí me gusta mucho estar sola, pero muchas veces veo difícil identificar el límite entre ese momento en el que me estoy volviendo loca con mis propios pensamientos y expectativas y cuando realmente estoy siendo creativa. Cualquier persona que haya hecho alguna vez una sesión de psicoterapia entiende que pensar mucho es similar a relacionarse con el diablo. No es sano estar solo en tus propios pensamientos, sobre todo porque ni siquiera son reales; es como una radio AM prendida todo el tiempo. Y entremedio de todo ese sonido, es muy difícil encontrar la lucidez.
Con el tiempo, he aprendido a distraerme mientras trabajo; escuchar un podcast, ver una película, estar desconectada mentalmente. Necesito no saber qué estoy haciendo, necesito la incertidumbre para mi proceso creativo. También trato de hacer comunidad con otros artistas, de escuchar a otras personas y de no estar tanto en mi cabeza. Porque cuando estoy analizando lo que estoy haciendo, generalmente lo estoy juzgando. Y así nada funciona.
Supongo que en el futuro voy a entender mejor qué es lo que estoy haciendo. Actualmente, estoy trabajando con las incomodidades de manera más consciente. Me he permitido explorar lugares que no se me permitieron en mi niñez y adolescencia como el asco, la soledad, la paranoia. Me interesa la locura. Me interesa la incomodidad de existir en el mundo. Todas esas cosas a las que solemos hacerles el quite.
¿Y qué has aprendido de ti y de tu trabajo como artista y autora en este proceso para lograr reconectarte con tu creatividad?
Mi experiencia en el taller me ha permitido encontrar otras formas de expresión sensible que no había explorado antes. Lo que estoy haciendo ahora tiene mucho más que ver con lo que hice cuando niña; mis recuerdos de adolescencia son diseñar ropa con amigas y volvernos locas viendo tutoriales cuando empezó YouTube. Mi ímpetu creativo siempre se ha tratado de experimentar con ideas nuevas, disfrutar del proceso y no repetir.
Estoy muy contenta en esta nueva etapa, pero al mismo tiempo pasé un periodo muy, muy deprimente. Porque tengo que relacionarme con el conflicto que me genera la pregunta de cómo debería ser un ilustrador exitoso y con el contraste de mi propio éxito comercial del pasado. Pero, pese a que a veces habito estas dudas, tengo la certeza de que lo que estoy haciendo ahora me hace mucho más sentido.
Me cuesta mucho vender mis grabados. Y es que además de venderlos, quiero exhibirlos, quiero conversar, quiero hablar del proceso.
¿Qué consejo le darías a alguien que está comenzando un proyecto y que quiere construir una carrera exitosa a largo plazo?
La clave, creo, está en nunca dejar de hacer proyectos autogestionados. Yo siempre he mantenido una libretita de ideas y, paralelamente a mi trabajo, trato de tener algún proyecto personal andando, aunque sea un zine. Pueden parecer cosas pequeñas, pero son las ideas que nacen de nuestro impulso creativo las que nos permiten seguir creando. Uno puede pasarse la vida esperando que lleguen proyectos interesantes, así que valoro ese espacio donde uno se involucra en todos los procesos y se da el tiempo para desarrollar sus ideas de principio a fin. Hacerlo así se siente bien.