¿Qué hace que un líder sea un líder? Aunque todos pueden serlo, no cualquiera lleva adelante esta labor de manera exitosa. Un líder no necesariamente es un jefe.
Tampoco, es quien se autodenomina como tal, o adquiere cierta funciones de manera dictatorial. Se trata de aquella persona que ayuda a sacar la mejor versión de los demás, tal como puede ser un jugador de fútbol en un plantel donde no es capitán. Un ejemplo simple es Gary Medel, que sin ser el mandamás, dirige a la defensa y aporta garra. Arturo Vidal lo mismo: coopera con su motivación y apoya a sus compañeros en el medio campo. Ambos le dan un soporte a su “jefe”, en este caso, el arquero Claudio Bravo; y lideran en los ámbitos donde sus habilidades se pueden desarrollar en pos del equipo.
Y es que muchas veces, en las empresas, los líderes no logran comunicar, sino que sólo se limitan a transmitir mensajes. Palabras que a los colaboradores no les llegan, y que suenan vacías en el mar de mails y mensajes que aparecen en el día a día. Las personas, además en un contexto de hiperconexión, no escuchan; y para captar su atención se requiere ir más allá. Se necesita conectar con ellos.
Erróneamente, muchas empresas depositan ese rol comunicacional en la tecnología. Ya lo dice el “Diagnóstico de Comunicaciones Internas 2021”, realizado por la agencia argentina BW en distintos países latinoamericanos. “En 2019, el 41% de las empresas tenían alguna red social corporativa. Para 2020, el 66% de las empresas encuestadas incorporaron esa herramienta, y el 46% cree que será la que cobrará más fuerza dentro de la empresa en los próximos años”, sostiene el informe.
Aunque nos ayuda a conversar, poner a la tecnología por sobre la necesidad de generar confianza y promover ambientes colaborativos es un malentendido. Si bien puede ser útil y hasta necesaria en algunos casos, quien debe cumplir un rol fundamental en términos de comunicar es el líder, pues él o ella deben promover la circulación de ideas y estimular la retroalimentación para ir ajustando todos aquellos elementos que sean necesarios.
Hace un tiempo, en un taller de líderes de una importante empresa chilena, hicimos un ejercicio donde tomamos los resultados de la Encuesta de Clima Laboral, medición que se hace para conocer el ambiente que perciben los trabajadores de su empresa. Con estos resultados, les pedimos que analizaran dónde estaban las oportunidades de mejora. Un grupo tuvo que conversar de forma presencial, el otro grupo hizo lo mismo, pero por WhatsApp. ¿El resultado? Como era de esperar, la conversación en vivo fue rica y profunda, en cambio la virtual un desastre.
Hoy, en el contexto post pandémico, los líderes han tenido que reaprender a liderar, en un contexto donde la comunicación es mediada por una pantalla. Las conversaciones informales, de pasillo o de café se han perdido y es fundamental intentar retomarlas. Es por eso que se hace necesario volver a valorar la presencialidad, y esa retroalimentación que aparece mirándose a los ojos.
De acuerdo a una encuesta de Gallup, realizada a gerentes de casi 400 empresas en todo el mundo, la fortaleza de un lugar de trabajo se puede medir contestando doce preguntas. Aquí podemos citar cuatro relativas al rol comunicacional del líder:
· ¿En los últimos siete días, he recibido reconocimiento o elogios por hacer un buen trabajo?
· ¿A mi supervisor, o alguien del trabajo, parezco importarle como persona?
· ¿Hay alguien en el trabajo que fomente mi desarrollo?
· ¿Mis opiniones cuentan en el trabajo?
Ni las pantallas, ni los videos en las redes sociales internas tienen la capacidad de reemplazar ese potente rol. Es por eso que la tecnología debe estar al servicio de las personas y no viceversa. Usémosla para lo que nos sirve, pero jamás le pidamos reemplazar el lado único y humano de la comunicación personal.