A menudo escuchamos que la necesidad de sexo es biológica, instintiva. Pero si ese fuera el caso, cuando las personas no manifiestan ese deseo, la solución sería tan simple como tomar hormonas, como la testosterona.
Pensar en esos términos puede ser una visión simplista, pues el deseo, más allá de una interacción química, es multifactorial: está influenciado por la cultura, la educación, la religión. También por un momento particular.
Además, es algo fluctuante. Es vulnerable a las diferentes crisis vitales -el nacimiento de un hijo, una mudanza, una pérdida-, a factores orgánicos -como desbalances hormonales o enfermedades- y no hay nada de espontáneo y natural en él. Quizás, el único momento de la vida donde el deseo puede ser pensado como algo desenfrenado es en la adolescencia, pero luego, con la rutina, el día a día, las obligaciones, el estrés -uno de sus principales enemigos- y el pasar de los años, el deseo sexual disminuye. Y para recuperarlo, hay que ir en su búsqueda.
Sus principales síntomas son la falta de interés en el sexo, el rechazo de las demostraciones de amor y erotismo por parte de la pareja, la disminución de los encuentros sexuales o la distracción de la persona en el momento de estar teniendo relaciones.
Para explicar esa falta de deseo, hay múltiples causas y razones, aunque a grandes rasgos podemos dividirlas en dos grandes expresiones: orgánicas y emocionales. Las primeras se refieren a un desequilibrio hormonal, como los desórdenes de prolactina o testosterona; o alguna enfermedad de base, como la diabetes. En el caso de las segundas, podemos pensar en cuestiones vinculares como la infidelidad, el malestar en la pareja, la falta de comunicación, las dificultades en la crianza de los hijos, la falta de amor. Y también en relación a miedos, mitos, tabúes, el tipo de educación sexual recibida y/o las fantasías respecto al sexo y la religión.
El deseo sexual hipoactivo puede generar muchas dificultades en una relación porque se confunde fácilmente con la falta de interés en la pareja y afecta gravemente la autoestima de quien se siente rechazado sexualmente. Es en esa persona en quien se comienzan a sembrar las dudas: “¿Mi pareja será homosexual?” “¿Me estará siendo infiel?”, “¿Será que ya no le gusto más?”. Esto suele conllevar muchas discusiones en una relación, porque si bien es un síntoma de uno de los integrantes, afecta a la pareja en su esencia más íntima.
Aunque en la sociedad actual el deseo sexual está pensado casi como una exigencia, al no ser algo espontáneo, la solución está en abrazarse, besarse y mimarse durante un tiempo para que ese motor vuelva a ser puesto en marcha. Por eso es relevante poner la mente en #ModoErótico. ¿Conoces el modo avión de los teléfonos móviles? Esto es similar. Un sistema que se activa para que algo cambie. La mente necesita ser entrenada en la capacidad de desear. Para eso, recomiendo algunas claves para estimular este interés:
Si estás soltero/a:
- Conéctate con el placer: Mímate y consiéntete.
- Si eres mujer, observa con un espejo tu vulva: Es una buena manera de descubrir el órgano conductor de placer.
- Encuentra la motivación que necesitas en películas cargadas de sensualidad, literatura erótica y porno soft.
- Una cita contigo: Todo tu cuerpo es una gran zona erógena. No vayas directo a los genitales, sino que disfruta de toda tu piel.
Si estás en pareja:
- ¡Todas las sugerencias anteriores son válidas! No dejes de tocarte y acariciarte en soledad por el hecho de estar en pareja. El autoconocimiento es la mejor herramienta para que después puedas pedir aquello que te gusta.
- El fuego necesita aire: Si tu pareja está todo el día encima insistiendo para que accedas a tener relaciones, prácticamente no te deja pensar ni registrar en qué momento es que tienes ganas. Es fundamental tener espacio, aire y mucho diálogo para evitar la insistencia y el abuso emocional al que muchas personas se ven sometidas por miedo a perder a sus parejas.
- El amor no es sinónimo de sexo: Aprendamos a poner más pimienta, a ser más libres. A veces, creemos que merecemos ser deseados solo por estar en una pareja estable y la realidad es que tanto el amor como el deseo, se construyen día a día.
- Innovar en las dinámicas: Recorran la casa buscando dónde tener relaciones sexuales. Lean el Kamasutra y diviértanse experimentando poses que nunca hayan probado. Generen nuevas situaciones al menos una vez al mes.
- Sólo se puede cambiar aquello que deseamos modificar: Si no hacemos nada por buscar ese cambio, simplemente todo seguirá igual. Esto parece muy obvio, pero se esconde tras la falacia del deseo natural y espontáneo.
- Más es más: Cuanto más conectados estén en pareja a nivel erótico y sensual, más lugar tendrá el deseo en sus vidas y más espacio habrá para el disfrute y la intimidad de ambos.
Sin embargo, si hay miedos y temores, esto debe ser comunicado en la pareja para poder poner en palabras lo que sucede y buscar una solución dentro de la relación. Si no se logra, la terapia sexual también puede ayudar a mantener o restaurar esa comunicación sensual y erótica, pues -en primer lugar- permite reconocer que existe un problema y que hay que resolverlo. Además, ayuda a identificar la raíz de ese conflicto y buscar soluciones adecuadas. Por supuesto, no es lo mismo que alguno de los dos esté bajo mucho estrés laboral a vivir una crisis por una infidelidad, o que exista una baja de deseo por causas orgánicas.
Cada problema tiene una solución personalizada y en eso los terapeutas debemos mantener una mirada integral. La idea no es estimular a que las parejas hablen más, sino a que se comuniquen mejor, generando así también una mejor conexión entre ellos y sí mismos para lograr una vida sexual plena y feliz.