A principios de este año, Brasil vivió una de sus jornadas más complejas desde el restablecimiento de su democracia hace casi cuatro décadas.
Turbas de personas asaltaron los elegantes edificios modernistas del gobierno, ubicados en Brasilia, capital del país. Un hecho que generó que tanto la sede de la Presidencia, como la Corte Suprema y el Congreso, sufrieran graves daños luego de ser invadidas por seguidores del expresidente Jair Bolsonaro, quienes -lejos de aceptar su derrota electoral en las últimas elecciones- pedían al ejército que interviniera para destituir al recién asumido gobierno de Luiz Inazio Lula da Silva.
Un momento clave de la época reciente de Brasil ocurrió en 2002 cuando Lula logró ser electo presidente luego de tres derrotas consecutivas. Nacido en una precaria familia campesina, tuvo que trabajar desde pequeño para ser el sustento económico de su hogar. En la adolescencia, partió trabajando en una fábrica de tornillos, transformándose después en un influyente líder sindical de la industria de autos en Sao Paulo. Desde aquel lugar, se convirtió en un fuerte opositor de la dictadura militar (1964-1985), y con ello, una figura política a nivel nacional.
Al término de sus ocho años de mandato, Lula era una suerte de rockstar político. Ayudado por una excesiva demanda china por materias primas y un responsable manejo de la economía, el país experimentó un fuerte crecimiento económico. Una parte importante de estos recursos fueron a parar a programas sociales.
Uno de los más populares fue el Bolsa Familia, consistente en una transferencia directa de recursos a millones de familias, logrando reducir la pobreza en varios puntos porcentuales. El carisma de Lula retrató a Brasil como una potencia en alza con un futuro prometedor. Reflejo de aquello fue su triunfo en las postulaciones a la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y a las Olimpiadas en 2016, eventos que los países se pelean para atraer inversiones y hacerse publicidad.
Gracias a esta historia de éxito, Lula no tuvo problema en imponer la candidatura de una cercana colaboradora: Dilma Rouseff. Gracias a su poca experiencia política y aplicando un giro en las políticas macroeconómicas usadas por Lula, la economía empezó a caer en picada, logrando alcanzar una de las bajas más fuertes vistas en el ultimo siglo.
El golpe más duro fue cuando un equipo de investigadores logró desbaratar una impactante trama de corrupción que permitió a diversos partidos políticos robar miles de millones de dólares a través de coimas (un caso que se relata en la serie de Netflix “El Mecanismo”). Conocida popularmente como Lava Jato, el escándalo devastó la confianza de la ciudadanía en la clase política.
El descontento social producido por la grave situación abrió el camino para que un mensaje en contra de las clases políticas tomara forma. Y ese momento fue aprovechado por Jair Bolsonaro: exmilitar y diputado nacional quien basó su gobierno en el populismo, utilizando un estilo similar al del ex presidente estadounidense, Donald Trump.
Sin embargo, en los inicios de la campaña presidencial 2022, se pensaba que Bolsonaro no contaba con muchas oportunidades de reelección, luego de su mal manejo -y actitud negacionista- con el COVID-19. Además, la liberación de Lula de la cárcel, tras su condena por el caso Lava Jato; permitió rehabilitar una potente figura política que podría encontrar apoyos más diversos.
A lo largo de Brasil, diversas protestas surgieron exigiendo que los militares intervinieran para prohibir la toma de mando de Lula, al considerar que la elección fue ‘robada’ a pesar que el sistema electoral de Brasil es considerado seguro y eficiente. Y es que Bolsonaro a lo largo de la campaña repitió varias veces la posibilidad de que un fraude impidiera su reelección; un hecho que repercutió en el clima social y que terminó con el ataque a las instituciones brasileras.
El acto, que recordó fuertemente a lo vivido en Washington en enero de 2021, refleja la grave crisis desatada dentro de la democracia brasilera. Por el momento, se está investigando si Bolsonaro tuvo alguna relación en la organización del ataque y solo el tiempo dirá si esta situación afectará sus posibilidades de retornar a la política en el futuro.