Irán: la rebelión de los velos

17.10.2022
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A principios de 2018, hice un viaje a Irán. Mientras atravesaba una avenida en medio de un gran parque en Isfahán, tercera ciudad del país, vi a lo lejos a dos mujeres forcejeando.

Una de ellas hacía el intento de tocar el velo que cubría el pelo de la otra, quien no disimulaba un gesto de desprecio por la escena. Rápidamente, el guía intervino diciendo que esa era la policía de la moral, cuyo principal rol era preocuparse que las mujeres se taparan correctamente el pelo, debido a que era obligatorio hacerlo. Esta escena se me cruzó en la cabeza cuando, hace algunas semanas, Mahisa Aimini -de 22 años- murió luego de ser arrestada por el mismo organismo. Con diversos testigos asegurando que recibió golpes, el hecho ha desatado una oleada de masivas protestas que han convertido a Aimini en un ícono global. 

En 1978, millones de personas colmaron las calles de Irán demandando el fin de la monarquía encabezada por el Shá (que significa ‘rey’ en persa) Reza Pahlavi. Considerada corrupta, autoritaria y demasiado cercana a occidente y sus valores, los manifestantes se unieron tras la figura del Ayatola Khomeini, líder religioso que vivía en el exilio luego de oponerse al régimen. Para principios del año siguiente, la situación política resultó insostenible para el monarca, decidiendo abandonar el país. A los pocos días, Khomeini resolvió volver a Teherán, siendo recibido como un héroe. Lo que pocos sabían es que aquel personaje había retornado a su tierra natal con la intención de implementar un nuevo sistema para llenar el vacío de poder existente.

Aquellos hechos, conocidos como revolución islámica o iraní, permitieron al nuevo régimen implementar una Constitución que establecía un sistema híbrido entre lo humano y lo divino.

El gobierno sería encabezado por un presidente electo democráticamente cada cuatro años, ocurriendo lo mismo en caso del parlamento. Pero la influencia de estas instituciones sería limitada por el poder divino, ya que la principal idea de Khomeni era que Dios superaba al humano y a la ley en importancia, por lo que los clérigos (similares a la idea de sacerdote en el cristianismo) debían tener una mayor influencia que los políticos. Lo anterior se consolidó a través del cargo de “Líder Supremo”, asumido por el propio Khomeni. Teniendo control directo sobre el ejército, medios de comunicación y el poder judicial, un grupo de personas designadas por su persona tenían el control de vetar las candidaturas de todos los cargos electos en caso de ser peligrosas para la supervivencia del sistema.

Además, la revolución islámica también reguló espacios de la vida privada. Uno de los máximos símbolos de esta conducta fue la obligatoriedad del uso del velo islámico para las mujeres. Si bien no era necesario que cubriera por completo el cuerpo, debía tapar correctamente la totalidad del pelo. Para asegurarse que la medida fuese cumplida, el régimen creó las patrullas de guía popularmente conocidas como ‘policía de la moral’, teniendo el poder de advertir, multar e incluso arrestar a cualquier mujer que no cumpliera la medida.

En 1989, Khomeini murió siendo reemplazado en el cargo de Líder Supremo por Ali Khamenei. Manteniéndose en el poder hasta la actualidad, el sistema creado por su antecesor ha experimentado un creciente número de detractores a lo largo de los años. La creciente frustración por un sistema económico y laboral que no logra absorber a la población más joven ha generado diversos estallidos que han sido controlados gracias a una fuerte represión y la interrupción del internet. A diferencia de otras veces, estas protestas se han enfocado en el descontento por el poder concentrado en las figuras religiosas en el sistema, más que en su incapacidad de mejorar la calidad de vida de la población. Viralizándose miles de videos de mujeres sacando sus pañuelos en plena calle o desafiando a las fuerzas represivas, el aumento de víctimas mortales, sumado a la inclusión de otros sectores de la sociedad a las protestas, mantienen un enorme desafío a la supervivencia de un régimen que controla Irán hace más de cuatro décadas.

Escrito por

Fernando Mendoza estudió licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile y tiene un máster en Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente, tiene un newsletter de actualidad internacional llamado “La Dosis”

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