Recientemente fuimos testigos de la colisión de una misión de la NASA llamada DART (Double Asteroid Redirection Test) con un asteroide llamado Dimorphos, en lo que sería el primer ensayo de la Humanidad para defender a la Tierra del choque de futuros objetos espaciales.
Si bien Dimorphos no representaba un peligro real -por el transcurso que estaba siguiendo-, este cuerpo fue un buen objetivo para realizar las pruebas necesarias, y así dimensionar nuestra capacidad actual de cambiar la trayectoria de un objeto ante una eventual amenaza.
Sin embargo, en caso de haber estado en dirección a la Tierra y colisionado con nuestra superficie, podría haber representado un gran peligro. En la página “Asteroid Collision Map”, se puede hacer una simulación de estas características. Por ejemplo, si un objeto de 90 metros -es decir, del tamaño de una cancha de fútbol-, impactara a la Tierra, éste provocaría un cráter y una onda de choque tan intensa que toda la Región Metropolitana se vería afectada.
Al ver este ensayo y lo que hizo la NASA, es inevitable recordar la película “Deep Impact”, donde el desafío de la misión era justamente desviar un cometa con destino a la Tierra. Una labor que terminó sin éxito, generando fragmentos que caían a la superficie y provocando diversos desastres naturales. Con ese mismo nombre, el 4 de julio de 2005, la NASA logró impactar exitosamente un misil contra el cometa 9P/Tempel 1, lo que marcó el comienzo de este tipo de misiones.
La película nos decía algo correcto: el hecho de que un cuerpo celeste se divida en una o más partes, puede generar que una -o más- siga con dirección hacia nosotros, causando diversos daños. Así, colisionar un asteroide o cometa está lejos de ser un experimento trivial. De ahí la importancia de las pruebas realizadas con la misión DART, porque no solo lograron colisionar a Dimorphos, sino que lo hicieron de manera correcta, asegurándose que este desvío no generaría colisiones con la Tierra.
Esto representa un gran desafío técnico para la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria (PDCO, por sus siglas en inglés), la cual tiene dentro de sus objetivos la detección temprana de objetos potencialmente peligrosos para planificar estrategias que mitiguen esos impactos. Si bien esta tarea sólo está en manos de la agencia estadounidense, se espera que los principales gobiernos del mundo se unan para tomar en cuenta este tipo de amenazas, a las que todas y todos estamos expuestos.
Si bien existe una pequeña porción de los asteroides que no se han logrado distinguir, en un corto plazo, la puesta en marcha del Observatorio Vera Rubin en la Región de Coquimbo, permitirá tener cada tres días un mapa completo de cielo, lo que nos ayudará a detectar ese tipo de alertas. No olvidemos que somos parte del Sistema Solar. Un espacio dinámico y caótico, por lo que cualquier cambio en la trayectoria de un cuerpo impacta en el resto del sistema.