Tiroteos en Estados Unidos: una condena de no acabar

01.08.2022
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Todos hemos escuchado esta noticia alguna vez: colegios, iglesias o supermercados en Estados Unidos convertidos en terroríficos escenarios de tiroteos masivos. Agresores que vierten su ira sobre inocentes.

En los días siguientes, el tema de la tenencia de armas se lee en los titulares, se escucha en las noticias y aparece en los debates, como si se tratara de algo que irrumpe por primera vez, con la justificación -algo tardía- de hacer algo por evitar desgracias de esa magnitud.

Uno de los puntos clave en esta discusión, es la facilidad que tiene la población para conseguir armamento de alto calibre. Ejemplo de aquello es lo que pasó en la matanza de la escuela de la localidad de Uvalde, en mayo 2022; una tragedia que costó la vida de 19 niños y 2 profesoras. Salvador Ramos, autor del ataque, apenas había cumplido los 18 años cuando se dirigió a una armería, no teniendo mayores impedimentos para conseguir con lo que posteriormente destruiría para siempre a una pequeña comunidad en Texas.

La relación de Estados Unidos y las armas se remonta desde que la, ahora, república eran 13 estados ubicados en la costa del Océano Atlántico. Dominados por los británicos, una rebelión colonial provocó una guerra que terminó con la independencia de aquellos territorios. Un elemento clave que posibilitó el triunfo del bando colonial fue permitir que la población formara milicias a través de la posesión de armas. Posteriormente, estas 13 colonias se convirtieron en los Estados Unidos de América, gracias a la redacción de una constitución en 1789. Estableciendo un gobierno central en Washington, el texto generó un sistema de contrapesos que balanceaba el poder propio de los estados con el otorgado a las instituciones del recién creado país.  

En 1792, a este breve texto se le agregaron 10 modificaciones, también conocidas como enmiendas, que detallaban algunos derechos. Una parte importante del debate actual de las armas se remonta a la segunda enmienda que sostiene: “Siendo necesaria una milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar Armas, no será infringido”. Ante la posibilidad de un nuevo ataque extranjero, y dado el éxito de las milicias, la idea era permitir que la población pudiera defender y mantener sus derechos consagrados en la constitución. Esto también se interpretaba como una facultad de la población a rebelarse, en caso que el ejercito federal o las instituciones nacionales se transformaran en una tiranía que ahogara las libertades estatales.

Aparte de esta consagración constitucional, durante las décadas siguientes, las armas se convirtieron en uno de los principales elementos de la cultura estadounidense. La idea del lejano oeste y los gangsters, fueron una temática recurrente en la literatura y posteriormente en la cinematografía. A pesar de ello, el derecho a poseer armas, se manifestaba mayoritariamente en el uso deportivo, de caza o recreativo. Esta situación empezó a cambiar desde la década de los 70, cuando una creciente criminalidad instó a masificar la postura de ciertos sectores a considerar la segunda enmienda como un permiso a la autodefensa ante la falla de las instituciones de proteger a las personas. Este argumento quedó plasmado en un fallo de la Corte Suprema en 2008.

A pesar que por primera vez en años pareciera haber consenso político para introducir medidas que limitan el acceso a las armas (tal como lo han propuesto Canadá o Chile), difícilmente serán las suficientes para abordar un tema tan arraigado a la cultura estadounidense.

Con una población de 330 millones, existen actualmente casi 400 millones de armas registradas en EEUU, generando una poderosa industria que el 2021 dejó casi 20 mil millones de dólares en ganancias. Por otra parte, diversos grupos de lobby (como la Asociación Nacional del Rifle) sirven de financistas a varios políticos cuyos votantes comparten la necesidad de proteger su libertad de portar armas. Lo anterior, provoca que las opiniones de los políticos y de la sociedad se polaricen, creando irreconciliables posturas que dificultan evitar un nuevo tiroteo.

Escrito por

Fernando Mendoza estudió licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile y tiene un máster en Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente, tiene un newsletter de actualidad internacional llamado “La Dosis”

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